El PSC tiene la lengua más viperina

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Por oportunistas, interesados y mentirosos. Se integran en el Pacto Nacional por la Lengua, una cosa que se han inventado los independentistas que ayudan a que un Sánchez que se alía con todo lo peor siga gobernando en España.

Desoyendo las demandas del sentido común y las de más de la mitad de ciudadanos de Cataluña, van a colaborar en blindar el catalán como «lengua propia y completa» (las demás son “impropias” y faltas de partes vitales) a ver si con eso esquivan la inmensa molestia de tener que aplicar la sentencia del Tribunal Supremo que dictamina un 25% de clases en castellano en todas las escuelas de Cataluña. Una exigencia de normalidad (que no de “normalización”) que el ejecutivo de Pere Aragonés siente como un misil en la línea de flotación.

En Cataluña vivimos una pertinaz lluvia de mensajes, por tierra, mar y aire, con el objetivo de hacernos creer que el catalán está en retroceso y que por ello exige la sangre pedagógica de ese catalán que se empeña en estudiar, aunque sea unas horillas, en la lengua que más oportunidades le da incluso en Cataluña. Hay que jo**rse. Naturalmente, Salvador Illa, que fue mediocre Ministro de Sanidad y que en Cataluña ha renunciado a cualquier papel con un poco de sentido, va a participar en la primera reunión de esta mesa lingüística prevista para febrero. A esa ciudadanía harta, recelosa y que ha acabado viendo la misma lengua catalana como un vehículo de penetración del independentismo, le esperan grandes planes para atosigarla en todas las esferas de la vida pública. Va a estar contentísima.

A mí, como catalana de lengua materna catalana, me duele ver que al final (si no ocurre ya) la gente acabará odiando la bonita lengua de mi madre y de mi abuela. Aunque, si para que no se extinga tenemos que volver a vivir un otoño como el del 2017, ya se pueden meter la lengua donde se les acomode mejor. A mí cada vez me deja más fría el asunto. Y les detesto por eso.

Van a tener protagonismo entidades como la Plataforma per la Llengua, esa que espiaba a los niños en el recreo por si hablaban castellano, y la golpista Òmnium Cultural, de la que no tengo necesidad de contarles nada. Y toda la osadía políticamente incorrecta del PSC será advertirles que «el castellano no es lengua extranjera y que el pacto por el catalán tiene que ser también un pacto por la convivencia lingüística». Convivencia que el separatismo golpista ya hizo saltar por los aires hace tiempo. Ni siquiera la idea que propusieron una vez de fortalecer la presencia del castellano en escuelas de zonas, básicamente, catalanoparlantes tiene visos de ser aceptada. Si ni siquiera es muy posible que impongan eso, no sé cómo van a proteger al catalán no indepe de ese cambio legislativo que trama el ejecutivo catalán para “dar fortaleza a la ley educativa catalana ante determinadas decisiones judiciales”. Pretenden retocar el artículo 14 de la LEC que hace referencia al catalán “como lengua vehicular y de aprendizaje” y dejar sentada la exclusión del castellano en la enseñanza.

De momento la propuesta del Govern de hacerse cargo de los gastos de los profesores que se salten la sentencia a la torera tiene enfrente a las asociaciones “Hablamos Español” y “Convivencia Cívica Catalana”, también ellas muy tozudas y que lo van a recurrir ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). Pero está claro, una vez más, el cobarde abandono del PSC. Ahora olvidándose de esos padres catalanes, como los del niño de Canet, que exigen sus derechos.

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