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A propósito del Toisón: ¿Dónde está el ilegal de Franco?

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  • Jaime Peñafiel
  • Periodista político y del corazón. Experto en noticias sobre la aristocracia y la familia real. Ex redactor jefe de la revista ¡Hola! y fundador del diario El Independendiente y La Revista. Escribo sobre la Casa Real.

El Toisón de Oro, la máxima condecoración española, ha sido noticia esta semana por varios motivos: la Reina Sofía es la primera consorte que la recibe en 600 años y también la primera vez en la que es concedido por un hijo a su madre.

El gesto de Felipe VI hacia ella, «a la que reivindica a pecho descubierto» (Eduardo Álvarez), se produce tras 50 años de humillaciones públicas y privadas de su esposo Juan Carlos. Cincuenta años en los que sólo le concedió dos distinciones de relativa importancia: la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, con motivo de la boda, en 1962; y la de Damas Nobles de la Reina María Luisa, en 1983, al cumplir los 45 años. Pero nunca el Toisón, que sí le otorgó a la reina Beatriz de Holanda, también a Margarita de Dinamarca y en 1988 a la reina Isabel II del Reino Unido, con motivo de su visita oficial a España.

Tampoco hay que olvidar el día 30 de octubre de 2015, en el que Felipe VI impuso el Toisón a su hija Leonor al cumplir 10 años, por su condición de Heredera de la Corona («servirás a España con humildad»), igual que había hecho Don Juan Carlos el 3 de mayo de 1981 cuando el entonces Príncipe tenía 13 años.

El Toisón que se perdió

Como se sabe, cada uno de estos toisones realizados en oro, platino, brillantes, rubíes y un gran zafiro por la joyería madrileña Villanueva y Laiseca, especializada en el arte de las condecoraciones y cuyo valor puede aproximarse a los 50.000 euros, tienen que ser devueltos a la Casa Real Española por los herederos a la muerte del galardonado… a menos que se pierda. Como le sucedió al emperador de Japón, Akihito, con motivo de su visita oficial a España, el 21 de septiembre de 1994. En el transcurso de aquella visita de Estado, la cuarta que el Emperador realizaba a España, la casa imperial nipona pidió disculpas públicas al Reino de España por haberlo olvidado en Tokio. El emperador pidió que se lo enviaran y la casa imperial lo hizo a través de Iberia que, inexplicablemente, lo extravió.  «Este delicado asunto de protocolo diplomático fue investigado sin resultado». El mencionado Toisón lo había recibido de manos del Rey Juan Carlos cuando Akihito era Príncipe Heredero en 1985.

Para salvar la situación, la noche de la cena de gala en el Palacio Real, Don Juan Carlos le prestó el que había pertenecido a su padre Hirohito y que se lo entregó en el transcurso del primer viaje oficial a finales de octubre de 1980. Yo fui testigo de aquella imposición, en el Palacio Imperial de la capital japonesa. A la muerte del emperador, el 7 de enero de 1989, el Toisón se devolvió y era el que el Rey Juan Carlos prestó a su hijo Akihito.

La obsesión de Franco

Franco siempre tuvo la obsesión del Toisón que nunca le dieron oficialmente. Pero yo fui testigo de la audiencia del entonces jefe del Estado que le concedió, en el Palacio de El Pardo, al infante don Jaime, quien dos días después iba a convertirse en consuegro con la boda de su hijo Alfonso de Borbón Dampierre con la nietísima Carmen Martínez Bordiú.

Franco y el infante se saludaron como si se conocieran de toda la vida y, aunque don Jaime era sordomudo de nacimiento, allí estaba su hijo Alfonso para hacer de intérprete. Cuando el infante, el hijo del Rey Alfonso XIII, entró en el despacho del Generalísimo llevaba en su mano un gran estuche de piel de color azul marino muy plano que le hizo entrega. Contenía el … Toisón de Oro.

Como es de suponer, el Palacio de La Zarzuela supo inmediatamente que don Jaime había hecho entrega a Franco del Toisón. Y es fácil imaginar la tensión que dicha concesión ilegal produjo en Don Juan Carlos y en su padre Don Juan, por aquel entonces jefe de la Familia Real y el único que podía otorgar tan altísima distinción como gran soberano que era de dicha Orden.

Los dos días que precedieron a la boda se vivieron con enorme preocupación tanto en Zarzuela como en Villa Giralda, en Estoril. ¿Sería capaz Franco de colgarse el Toisón de Oro que tan ilegalmente había recibido de quien no tenia potestad para otorgarlo?

Y si se lo colgaba el día de la boda de su nieta, ¿que hacer? Lo obligado hubiera sido que el príncipe Juan Carlos no asistiera a la ceremonia. No podía tolerar una bofetada de tal calibre a su padre. No por parte del infante don Jaime –que era un pobre hombre– sino por parte de Franco. ¡Aunque Juan Carlos había tolerado ya tantas!

Pero Franco, que tenía un gran sentido del ridículo, sabía que, tan sólo el jefe de la Casa Real, que era el Conde de Barcelona, tenía atribuciones para otorgarlo. Y por muchas ganas que tuviera, que las tuvo, de lucirlo en tan señalado día, debió pensar que era mejor tener la fiesta en paz. Su primera nieta se casaba y además con un príncipe de la Casa Real española, aunque no era tal príncipe. De eso ya se encargaría él.

La hija de Franco y el Toisón

Esta valiosísima joya de oro, platino, brillantes, rubíes y zafiro debía haber sido devuelta a la Casa Real por los herederos de Franco, pero corrió la misma suerte que las numerosas condecoraciones y medallas de oro recibidas a lo largo de su dilatadísimo mandato. Muchas de estas joyas fueron incautadas por orden de Francisco Fernández Ordoñez, entonces ministro de Hacienda, en la aduana del aeropuerto de Madrid-Barajas, cuando la duquesa de Franco, Carmen Franco, intentaba sacarlas de España para llevarlas a Suiza con el fin, según explicó, «de hacer un reloj de pared». Como el de la abuelita. Con las medallas de oro y brillantes de papá incluida, la Laureada de platino, esmeralda y zafiros y el… ¡¡¡Toisón de Oro!!!

  • «Me molesta que piensen que soy totalmente tonta si se pretende hacer creer que esto era una evasión de capital».

Tonta, no, pero ingenua, sí. ¿Es que no se había enterado que su padre el Generalísimo había muerto ya?

  • «Estas medallas, incluido el Toisón, se las habían regalado a mi padre y cuando él murió, mi madre y yo las heredamos. El Estado no nos las ha reclamado».

Por culpa de aquel consenso en pro de la reconciliación nacional, pelillos a la mar» y «Rita, Rita, lo que se da no se quita».

Cuando se le preguntó por qué viajaba con nombre supuesto, respondió:

  • «No es cierto, no es cierto. Lo que ocurrió es que por cuestión de seguridad en la lista de pasajeros ponía ‘señora de Martínez’, que es lo que realmente soy».

O lo que realmente le hubiera gustado ser. Porque Carmen, Nenuca, fue siempre una buena chica, muy razonable, que hablaba poco y que cuando era pequeña fue castigada por haberse quedado con el dinero que su madre la Generalísima le había dado un domingo para que lo echara en el cepillo de la iglesia. Pero con aquel dinero prefirió comprarse una revistilla de cuentos, entre lo que es posible hubiera uno que comenzaba así: «Érase una niña muy buena que quiso regalar a su abuelita un reloj de pared…», como dice la canción popular.

Chsss…

A causa de mi edad (92años) y la cantidad de amigos y conocidos que se han muerto, mi queridísima hermana María Dolores Góngora me ha regalado, con motivo de los Reyes Magos, el libro de Maruja Torres Cuanta más gente se muere, mas ganas de vivir tengo (Temas de hoy).

No estoy de acuerdo con el título del libro de mi compañera, ya que cuando murieron Ramón, Ichu, Sabino, Mercedes, Alberto, Tico, Pepe, Alfredo, Jorge, Chini, Willi, Inge, Oneto, Jesús, Juan, Concha, José Luis, Antonio, Eduardo, María Rosa y sobre todo Isabel… «queda un espacio vacío, cuando un amigo se va, una estrella se ha perdido…», que cantaría Alberto Cortez.

«¿Donde está mi chica?», preguntó emocionada Letizia cuando despedía a su hija Leonor a bordo del buque-escuela Elcano en el momento en el que iniciaba su singladura en el puerto de Cádiz y que durará… cinco meses.

Un consejo a la consorte que no gusta de los brindis con alcohol: puede hacerlo como la actriz australiana Nicole Kidman que sorprendió a los asistentes brindando con leche en la gala en la que recibía el premio a la mejor intérprete.

El presidente norteamericano Joe Biden ha condecorado con la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta distinción civil norteamericana, al famosísimo chef asturiano José Andrés.

No perdamos de vista a la joven princesa marroquí Lalla Kkadija, quien se ha convertido en protagonista estos días, acompañando a su padre el rey, muy delicado de salud.

Nos gustaría saber cuáles son los motivos por los que la popular presentadora regresa a la televisión en el momento que se encontraba «especialmente vulnerable y en un momento muy difícil para mí».

Aunque ya han pasado tres años de la separación y uno del divorcio, le ha dolido «muchísimo» ver a sus cuatro hijos con la actual pareja de su ex marido. Son cosas que pasan.

Sólo tiene 24 años y ha ingresado 4,88 millones de euros en tres jornadas jugando al golf en la liga saudí, frente a los 2,95 de Rafa Nadal por conquistar el Open de Australia y 2,26 por el Roland Garros.

Trump prefiere invitar a Santiago Abascal a su toma de posesión el próximo 20 de este mes antes que a Pedro Sánchez. Elemental, querido Watson, elemental.

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