Preparen los bolsillos, vienen más impuestos
«No hay dinero para poder pagar más pensiones y tendremos que aumentar los impuestos». Eso nos repiten de forma insistente desde las instancias del Gobierno. La falta de imaginación y creatividad por parte de las mentes pensantes de la clase política —¡Ojalá tuvieran la de aquellos guionistas de las películas de ciencia ficción de años atrás!— no ven más solución que la de aumentar las cotizaciones sociales, crear nuevos impuestos, apretar las clavijas en la dura fiscalidad que soportamos y darle aún más a la imparable máquina de fabricación de más figuras tributarias… Vayamos por partes. Un primer punto que debe conocerse es que las cotizaciones sociales en 2018 reportarán al Estado 150.000 millones de euros según lo establecido en el Programa de Estabilidad y los Presupuestos, mientras que el desembolso total por pensiones ascenderá a unos 145.000 millones de euros incluyendo acá las contributivas de Seguridad Social, las de clases pasivas y otras prestaciones, las pensiones no contributivas y prestaciones asistenciales, las pensiones de guerra, la gestión y contribuciones complementarias a mínimos, la gestión de las prestaciones económicas de la Seguridad Social y la gestión de clases pasivas.
Ergo, otras imputaciones de costes al margen, los guarismos resultantes de ingresos por cotizaciones sociales y pagos por pensiones, arroja superávit según los propios números oficiales. Harina de otro costal es la vertiente financiera de la Seguridad Social y su necesidad, atendiendo a que la famosa hucha de las pensiones está en trance de quedarse seca y al día de hoy, en aras de mantener un simbólico saldo positivo, se tenga que recurrir, por segundo año consecutivo a préstamos del Tesoro… La inquietud empresarial ante cómo financiar la subida de las pensiones y los mayores gastos del Estado ofrece cuatro escenarios que se manejan para implementarlos en dosis combinadas por parte de nuestras autoridades: impuestos a la banca, “tasa Google”, destope —que no destape— de cotizaciones a la Seguridad Social y más impuestos tanto de corte estatal como autonómico.
Destopando e incrementando las cuotas a la Seguridad Social dicen que la mayor recaudación rondaría los 4.500 millones de euros, con unos 700 millones a cargo de los trabajadores con salarios más altos y la cifra restante sufragada por nuestras empresas. Contrapartida de tal propuesta: se dispararán los gastos de personal de nuestras empresas que ya de por sí son la partida más relevante en términos generales y en tanto porcentual sobre los ingresos de cualquier cuenta de resultados y España, desde hace tiempo, es uno de los países del mundo donde se soportan cotizaciones sociales más altas. ¿Adónde conduce ese posible aumento de las cargas sociales empresariales? A reducir el gasto de personal de nuestras empresas, por ejemplo, creando menos empleo, amortizando puestos de trabajo, apostando descaradamente por la robotización y automatización en pos de mejorar la productividad laboral e incluso en promover externalizaciones de trabajos que hoy se prestan internamente para abaratar los costes de las cotizaciones sociales.
¿Fuga de empresas?
No hay que descartar que las empresas que puedan opten, si se aumentan las cotizaciones, por trasladar sus sedes, centros operativos y productivos hacia otros lugares. No se trataría como está sucediendo en Cataluña de desplazar hacia otros lugares de España los domicilios sociales y/o fiscales y centros de trabajo sino de moverlos hacia otros países donde el factor trabajo se vea menos castigado como son otros Estados de la propia Unión Europea o emplazamientos ubicados en terceros países que gocen de tratados comerciales específicos y suaves arancelariamente hablando con Europa. ¡Pues haremos cotizar a los robots que sustituyan a efectivos humanos como factor trabajo!, proclaman con toda solemnidad. ¡Bravo ahí!, respondemos ante tal rotunda aseveración. ¡Los robots no estarán en España sino en otros países que no sean objeto de gravamen, señoría!
Haciendo cotizar más a trabajadores con ingresos elevados se castiga al personal cualificado, se desincentiva su desarrollo profesional e indirectamente se le está invitando a buscar nuevos horizontes en otros lares allende nuestras fronteras. ¡Vulgar manera de seguir destrozando talento en España y al que ya se ha ido se sumaría más talento que emigraría! ¡Olé, pues, por esa inmigración de baja cualificación que llega y por esa emigración talentosa y formada aquí que huye de España! Si nuestro país económicamente va haciendo, más o menos, como la selección española en el Mundial de Rusia, clasificándose gracias a ser el tuerto en el país de los ciegos, ¿qué mañana nos aguarda si el talento y la gente formada se va y aquí nos llegan olas de inmigrantes de bajo perfil? El futuro de España —el próximo Mundial para seguir con los tópicos futbolísticos— se está empezando a jugar ahora mismo y por los derroteros que caminamos algo es ya más que seguro: con este juego, con tanto pase horizontal sin osar apuntar en dirección a la portería contraria, España quedará apeada en las fases clasificatorias del gran acontecimiento que se celebrará en 2022 en Qatar. ¿Qué será de España si su talento la abandona en masa?
La “tasa Google” es otro de los despropósitos que se barajan, consistente en cargar tributariamente al sector tecnológico que se erige en lanzadera de la revolución económica y que constituye arma primordial en cualquier país para conseguir avances significativos tanto en el plano económico con una industria de alto valor añadido como en empleo de elevada calidad. Cualquier proyecto tecnológico en ciernes huirá de España y si en algún momento alguna gran compañía tecnológica ha mirado a nuestro país como posible emplazamiento, automáticamente descartará tal posibilidad. Irlanda, desde luego, ofrece mejores perspectivas…