La prensa catalana toca fondo

prensa, Cataluña
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

Para utilizar la fórmula magistral de Vargas Llosa: ¿cuándo se jodió la prensa catalana? Pues es difícil saberlo porque la cosa viene de lejos. Seguramente con el «avui no toca» de Jordi Pujol. «Hoy no toca», zanjaba el entonces presidente cuando algún periodista le hacía una pregunta incómoda.

Yo, que no me dedicaba en esa época al periodismo político -la crème de la crème en Catalunya- sino al de bajos fondos, todavía presencié algún episodio en el Pati dels Tarongers, el patio del Palau de la Generalitat. Los colegas se lo tomaban a risa.

Luego, por supuesto, con la editorial del Estatut (2009). «La dignidad de Cataluña», proclamaban. Aquella que firmaron al unísono doce periódicos de papel. Algunos, como el Avui, ya no existen. Fue absorbido por El Punt aunque ahora, en honor a la víctima, se llama El Punt-Avui.

Por eso, pensaba que ya lo había visto todo. Pero todavía se puede caer más bajo. Lo hizo la semana pasada cuando el presidente del Parlament, Josep Rull, y el presidente del Consell de la Informació de Catalunya, Josep Rius -sin relación de parentesco con el que firma este artículo pese a que coincidimos en La Vanguardia- firmaron, entre aplausos, un convenio para garantizar el «buen ejercicio» del periodismo en la cámara catalana. Se pueden imaginar por dónde van los tiros.

A mí, cuando el Gobierno de Esquerra me vetó en las ruedas de prensa de Palau, el citado organismo, que depende del Colegio de Periodistas, dijo que retirar la acreditación a un periodista es «una medida muy grave» y que «a partir de ahora» no podía volver a pasar. Tuve que recurrir a la justicia. Me dio la razón.

Lo más curioso es que no he oído al Consell de la Informació de Catalunya ni al Colegio de Periodistas ni al comité de empresa de TV3 ni sindicatos y asociaciones profesionales decir nada cuando en medios públicos o privados hablaban de «presos políticos», «exiliados» e incluso de «gobierno en el exilio».

Utilizar estos términos tan alegremente siempre me pareció un insulto para los presos del franquismo o los refugiados que tuvieron que cruzar la frontera, en pleno invierno, tras la derrota de la República en la Guerra Civil. Esos sí que eran exiliados de verdad.

Desde luego, tampoco oí a nadie quejarse cuando, supuestos humoristas decían «Puta España», quemaban la Constitución en directo en TV3 o proliferaban los insultos para aquellos que no comulgaban con el proceso: «botiflers», «colonos» y «ñordos». Creo que no hace falta aclarar que «ñordo» es un excremento, especialmente de vaca. Para ellos era libertad de expresión. Sentido del humor.

¿Dónde estaban entonces? Callados. En parte porque la clase dirigente del proceso fue política y mediática. Unos conducían la máquina de vapor -por mucho que se pensaran que estaban al frente de un AVE- y los otros tiraban leña al fuego.

El mencionado convenio pretende regular ahora la acreditación y el acceso de los medios de comunicación que actúen «de buena fe», es decir, los suyos. Hacer una información a su medida.

De hecho, al acto, no asistieron ni el PP ni Vox ni Aliança. Es una medida impulsada por la Mesa del Parlament de la que forman parte solo el PSC, Junts y ERC. El nuevo tripartito catalán.

Hay que dejar, para la historia, los nombres de los asistentes: la vicepresidenta primera Raquel Sans (ERC), que por cierto apostó a caballo perdedor en las primarias del partido; y los secretarios: Glòria Freixa (Junts), Juli Fernàndez (ERC), Rosa Maria Ibarra (PSC) y Judit Alcalá (PSC).

Al acto asistieron también la portavoz de Junts, Mònica Sales; y la vicepresidenta de la Comisión de Asuntos Institucionales, Gisela Navarro; del PSC, entre otros. El nuevo oasis catalán.

No en vano, Rull destacó que la firma del convenio «nos hace sentir especialmente orgullosos» y que servirá para luchar «contra la desinformación y las noticias falsas». Tiene gracia que lo diga él que, tras la aplicación del 155, se hizo una foto fake en su despacho en la consejería para hacer ver que trabajaba.

Además, hasta en esto son miedicas –»porucs» que diría mi abuela– porque, para curarse en salud, en caso de duda podrán pedir un «informe previo» al susodicho Consell de la Informació. La Mesa siempre tendrá la decisión definitiva.

De hecho, en la elaboración del convenio en cuestión, ha participado el Grupo de Periodistas Ramon Barnils, que agrupa a los profesionales independentistas. Todo encaja.

Yo siempre digo lo mismo: un periodista puede ser o no independentista. Solo faltaría. No está penado por la ley. Al menos si no cometes un delito. Pero, si trabajas en un medio público como TV3, debes dejar las ideas en casa al salir por la puerta. Como todos, están obligados a decir la verdad. Y, en cambio, alimentaron la burbuja del proceso.

El presidente del Parlament terminó casi haciendo un mitin sobre «la transparencia». Por momentos me pareció oír al ministro Bolaños porque apelaba a luchar «contra la desinformación y las noticias falsas». Mientras que Josep Rius acabó haciendo alusiones a Trump. Todavía no saben que ganó con 74 millones de votos.

Aunque lo mejor fue cuando Josep Rull dijo que este tipo de noticias abren, en su opinión, «la puerta a esparcir dudas sobre la legitimidad de los gobiernos, las instituciones y las administraciones».

Lo dice él, que formó parte de un gobierno que declaró la independencia -aunque solo fuera ocho segundos-, abolió la monarquía, proclamó la república, derogó la Constitución y el Estatut, y hasta se pasaron por el forro el dictamen del Consell de Garanties Estatutàries -un organismo de la propia Generalitat- y el mismísimo reglamento de la cámara.

Cuando fue elegido presidente el 10 de junio del 2024, anunció su voluntad de «llegar a consenso y de ser respetuosos con las discrepancias». «Esta es la base de su sistema democrático, sólido y potente», añadió.

Desde entonces, por cierto, no ha parado de cortar a Vox o Aliança Catalana en sus intervenciones. A pesar de que decían, en pleno éxtasis del proceso, que en el Parlamento catalán «se tiene que poder hablar de todo».

Oradores que en la mayor parte de los casos se limitan a citar datos sobre inmigración o inseguridad con datos oficiales de la propia Generalitat a través de respuestas por escrito.

He aprendido mucho durante estos años. La más importante es que no hay que fiarse nunca de un indepe. Yo me fié de Josep. Le conozco desde hace treinta años. No volveré a hacerlo nunca más.

No quiero concluir sin dejar también para la historia el nombre de los colegas que no solo asistieron al acto sino que también aplaudieron. Además del aludido Josep Rius; el jefe de prensa, Josep Escuder -Rull lo citó expresamente-; el decano del Colegio de Periodistas y jefe de informativos de Rac1, Joan Maria Morros; el secretario de Medios de Comunicación del Govern, Carles Escolà; el director general de Medios, Marc Melillas; la presidenta del colectivo que agrupa los periodistas parlamentarios, Sara González; el vicepresidente de los periodistas indepes, Arnau Lleonart; y el secretario general del mencionado Consell, Josep Rovirosa. Hasta con las mayorías absolutas de Pujol se respiraba más libertad en Cataluña.

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