El porqué de los populismos

El porqué de los populismos
francarrillo-20170425-interior

Ayer presentamos en Madrid El porqué de los populismos (Deusto), el ensayo que aborda el fenómeno de moda desde diferentes ópticas. Varios autores ofrecen en el conjunto de la obra una visión apasionada y lúcida del aproximándose a los orígenes del populismo, causas y consecuencias que motivan su aparición en el imaginario colectivo de las sociedades. Lo presentamos el día después de que se confirmara que Marine Le Pen opta a ser presidenta de Francia en segunda vuelta. Si uno coteja programas y propuestas con su referencia populista inversa Mélenchon (sí, he dicho populista, a pesar de la propaganda oficial de ciertos medios y caras visibles de la izquierda en España), comprobará que sus concomitancias van más allá de su rechazo al establishment y a las elites europeas. Se disputan también el espectro de voto, bucean en la indefinición ideológica y alimentan el victimismo mediante la construcción de sujetos colectivos abstractos (pueblo, patria) y antagonismos políticos muy identificables (casta, banca, sistema).

La apelación a necesidades personales insatisfechas, en un marco de desigualdad creciente, pone en peligro las ventajas y los derechos adquiridos que supuso desde 1945 la construcción de una democracia liberal en Europa. El populismo, consustancial a la política, se define mejor por las etiquetas y adjetivos que a continuación le ponen sus detractores o defensores: demagógico, nacionalista, comunista, de izquierdas o derechas. Ante la crisis evidente de un sistema muerto, han alimentado muy bien los instintos menos educados del votante: su visceral irracionalidad a la hora de tomar decisiones cuando vislumbra el culpable de su situación y de su pérdida de calidad de vida. Es así como los populistas de toda condición han conseguido seducir a grandes masas de población, expuestas a mensajes totalizadores de consumo y digestión sencilla, pero cuya materialización en la práctica se hace compleja y peligrosa. En la definición, el populismo se consume. No tiene gasolina teórica suficiente para concretar aquello que promete. 

El futuro permite soñar, pero es un verbo que se conjuga sólo en contextos de estabilidad económica e institucional. En tormentas sistemáticas es más productiva la apelación a recuperar arcadias pasadas en las que el pueblo aún era propietario de derechos y libertades. Como la masa no está formada en conocer su pasado, sino en sobrevivir a cada instante del presente, se entiende lo fácil que manipulan estos movimientos o partidos de corte populista los sentimientos colectivos. 

Francia elegirá el 7 de mayo entre dos políticos rupturistas. Un modelo antisistema y otro anti este sistema, que lidera Macron y que tiene como reto demostrar que es factible reformar desde dentro (instituciones, partidos, formas) sin dejar de conectar con lo de fuera (mundo abierto y globalizado). La democracia liberal frente al proteccionismo. En esos marcos se juega ahora en Europa, lo sensorial frente a la razón, los decibelios frente al argumento. La Europa de los valores se examina ante el suspenso palpable del exabrupto.

Lo último en Opinión

Últimas noticias