La política catalana: un tarro de miel lisérgico
La política o, mejor dicho, los cargos y recursos de la administración pública son en este momento el gran panal de miel. Todos quieren disfrutar de él. Y no digamos en Cataluña. En el caso de mi tierra, además, el panal de miel tiene la peculiaridad de contener una sustancia lisérgica que hace perder la cabeza. Y la añoran quienes una vez probaron su dulzor y su éxtasis. Como declamaba Félix María de Samaniego:
A un panal de rica miel
dos mil moscas acudieron,
que por golosas murieron
presas de patas en él.
Otras dentro de un pastel
enterró su golosina.
Ah, ya querría estar de nuevo “preso de patas en él” Santi Vila, que fue conseller de la Generalidad de Cataluña en los departamentos de Territorio y Sostenibilidad, Cultura y Empresa y Conocimiento en un mal momento. Nada menos que con Puigdemont. La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña le acusó de prevaricación, desobediencia al Tribunal Constitucional y malversación de caudales públicos por firmar, juntamente con los demás miembros del Gobierno autonómico, el decreto para la convocatoria del referéndum de autodeterminación del 1 de octubre.
Pero volvería a desenterrar “la golosina”. En el 2018, hecho polvo, abandonó el PDCAT y la política. Pero se le ha pasado.
Así, si bien se examina,
los humanos corazones
perecen en las prisiones
del vicio que los domina.
¡Qué lloros, qué añoranzas, qué nostalgias! Se nos rompe el corazón leyendo su entrevista del día 2 de este mes de mayo. Su vocación sigue “intacta”, dice. Y se lamenta de haber hecho de “aprendiz de mago” y de que su delirio separatista se les escapara “de las manos” en lo que ahora llaman el “bienio negro” del 2016-2017
El pobre saltó del barco cuando ya se hundía y pringó. Debería haberlo hecho antes pues nos asegura, vehemente, que no es partidario de «un exceso de utopismo». «Hay pocas personas como yo, que se comprometieron tanto por hacer de la España plural un proyecto viable», dice, convencido. Y que es un «reformador», no un «revolucionario»
Lástima que no lo pareciera en aquellos tiempos. Ahora es casi imposible que las grandes compañías que huyeron de aquí trasladando su sede tomen la decisión de regresar a Barcelona como les exhorta. “Eso sería entrar ya en la senda de la reconciliación”, asegura, tentador.
¿“Reconciliación” para qué? Para más de lo mismo, pues mantiene el mismo tipo de discurso que Pujol hace 40 años con ideas como que “España solo es viable con una cierta idea de doble capitalidad”. Si no diera tanta rabia, daría mucha pena. Nadie en España anda necesitado de dobles capitalidades salvo ellos. La doble capitalidad (y la triple) ya la tiene Madrid ahora con Ayuso. Gracias también a la huida de gentes y de empresas de Cataluña. Y la idea que tiene él de una España “plural” da más miedo que otra cosa. Si algo no necesitamos es políticos que hagan eso “viable.
Hay que ser infelices. Perdieron el tren, si es que alguna vez hubo uno. Ya puede llorar como “reformador” lo que perdió una vez como independentista y firmando decretos. “Tensábamos la cuerda, pero no estábamos dispuestos a que se rompiera. Apostábamos por una estrategia, una argucia política para conseguir la actualización del pacto constitucional o por qué no, un referéndum”. ¿Y para qué? Lo han adivinado: “Catalunya es una nación por razones constitucionales, así lo reconoce la Constitución, y también por razones históricas”.
De verdad, no sabes quiénes son más patéticos ahora mismo, los fanáticos indeformables o los “reformadores” que suplican el borrón y cuenta nueva. ”Visto con perspectiva, si todo el mundo ha admitido que DIU fue un fake en toda regla, si todo el mundo ha admitido que todo el mundo intentaba tensar la cuerda sin que se llegara a romper, Junqueras, Sánchez, Forcadell”.
Hay que joderse, ustedes me perdonarán. Sabían qué hacían, no les salió y ahora dicen que iban de farol y que no seamos “severos”. Sánchez les tiene de socios mientras siguen trabajando en la centrifugación de España disfrutando del mismo panal de siempre. Yo no veo la “severidad” por ninguna parte.