Podemos devora a IU… ¿devorará también al PSOE?

Pedro Sánchez es consciente de que Pablo Iglesias tiene entre ceja y ceja darle el sorpasso en las próximas elecciones generales del 26 de junio. Por eso, el secretario general del Partido Socialista no quiere oír ni hablar de una posible coalición en la Comunidad Valenciana entre PSOE, Podemos y Compromís. Hace bien en desconfiar y oponerse. Si esta alianza para concurrir juntos al Senado prosperara finalmente, Podemos habría conseguido meter un Caballo de Troya en uno de los actuales centros de poder de los socialistas. Resulta llamativo que esta negociación se produzca justo ahora, después de la concatenación de fracasos que han acumulado PSOE y Podemos a la hora de conformar un Gobierno junto al resto de fuerzas de izquierdas. Fracasos propiciados por la evidente —y a veces agresiva— animadversión que Iglesias le profesa a Sánchez. Sin embargo, es significativo cómo desde las propias filas moradas varios de sus componentes han calificado al partido socialista como «un aliado» de cara a las próximas elecciones generales del 26 de junio. Un cambio de matices en el discurso a tener en cuenta.
Resulta innegable que Pablo Iglesias vive inmerso en un frenesí de potenciales pactos y alianzas para apuntalar el crecimiento de su partido en las urnas. Ante los vaticinios de las distintas encuestas, que le otorgan menos votos que en la convocatoria del pasado 20 de diciembre, el secretario general de Podemos se ha movido con rapidez y ya tiene casi cerrado su acuerdo con Alberto Garzón. Las desmedidas ansias de poder de Iglesias harán de ese pacto el principio del fin para Izquierda Unida. Una víctima propiciatoria que morirá de éxito, engullida por la ambición populista, cuando se consume el más que probable adelantamiento al PSOE. No obstante, la estrategia de anexiones de Iglesias no se para ahí, la prueba es este movimiento en colaboración con el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Si bien, por el momento, el acuerdo parece imposible, Pedro Sánchez debe andarse con ojo ante la voracidad política y electoral de Podemos. De lo contrario, los extremistas no sólo acabarán engullendo al partido dirigido por Garzón, sino también a una parte sustancial de los socialistas. Y con una Cámara Baja fragmentada, el Senado puede tener una importancia crucial.