Planes para agosto

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Con frecuencia la evolución consiste en recuperar el encanto y la sencillez de lo primitivo, si no que se lo digan a los frailes de las órdenes mendicantes o a los hippies del siglo XX. Necesitados de ambas cosas, estamos todos exhaustos después de este agitado mes de julio. La falta absoluta de autoridad nos ha llevado a una batallita tras otra, inmersas en olas de calor sofocantes y finalizadas en un domingo para el olvido, una auténtica «ebriedad pánica», que diría algún trágico de esos que te gustaría cerrar como a un mal libro.

Por fin llega el mes de agosto, estipulado de forma general como el mes del descanso. De esta manera, para inaugurar estos días de respiro, les voy a contar algunas cositas que van en sintonía con nuestro nuevo estado. Aquéllos que hayan veraneado en julio o que no tengan vacaciones pueden esperar la bendición y la ayuda divina que perdona cualquier pecado. Es una solución transitoria, no les estoy tratando con indiferencia. De momento no estoy fogosa, ni cínica; aunque la cosa puede cambiar conforme la tinta siga su curso. De mí no me fío, y eso que acabo de cumplir los 50 años. Por cierto, no lo llevo ni bien, ni mal. Recibí mucho amor del bueno en el momento del tránsito, que es lo que de verdad importa.

El sentimiento que gobierna el ambiente nacional, por mucho que nos remojemos entre olas y reguemos con rubias los aperitivos entre amigos, es el de orfandad. Tenemos una monarquía de la que, en principio, nos sentimos muy orgullosos; pero, en momentos tan trascendentales como el actual, ¿para qué sirve? Muchas sonrisas, mucha belleza, mucho saber estar del Rey, pero necesitamos un «¿¡¡¡por qué no te callas!!!?» con golpe recio sobre la mesa. Tiene ahora unos días para pensar el momento y las formas. Espero que alguien dé un pasito hacia adelante, porque si no vamos a tener que recordar aquello de «todo por la patria, pero sin la patria».

Mis planes para agosto son dos fundamentalmente: el primero es respirar y el segundo dormir. En medio, pienso leer, escribir, pasear por la playa, comer pescado, reír y alguna cosa más que no me gusta escribir. Es obvio que comulgo con la ideología de derechas, de ahí que pueda ser sincera con mis intenciones. Si fuera del otro bando, diría que voy a trabajar leyendo, a sudar escribiendo, a dejarme los pies mientras paseo por la playa porque no tengo dinero para zapatos, comer pescado sobrante, de ese contaminado por el cambio climático, reír de la caída en lo insustancial de los veraneantes ociosos, llevar chanclas a todas partes y hablar gritando para molestar lo máximo posible a los demás con mi presencia.

El mes de agosto de 2023 puede ser decisivo. Reflexionar, posar lo sucedido, darle enfoque, analizar los fallos bajo los rayos del sol, las charlas distendidas, pero con sustancia, pueden ser la clave para afrontar un mes de septiembre reforzado, con ideas más claras, con un objetivo firme y con más empatía y tolerancia para los que están dispuestos a no mentir y a dirigir honestamente este país. Mi deseo es el de repetir cuanto antes las elecciones, pero con una dirección de campaña mucho más agresiva, más eficaz. Los rivales no tienen la misma educación, ni la misma moral. Esta realidad no se transforma en agosto. Sin embargo, respirando y durmiendo, junto a todos los otros planes ya expuestos, se consigue que el cerebro procese con tranquilidad, analice, haga autocrítica y se vaya cargando de una energía poderosa que vamos a necesitar. Nada de claroscuros anímicos: agosto es un mes para la alegría, para el ocio y para recapacitar. Se lo digo yo, que ya tengo medio siglo.

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