Los perros catalanes son menos peligrosos

Los perros catalanes son menos peligrosos

Me sucedió una cosa curiosa mientras paseaba mi perra hace unos días. Es una mezcla de Pastor Alemán y de Golden Retriever. Tiene 15 meses, una cachorra aún. Pero grandecita y muy juguetona. Por el camino del parque por donde andábamos las dos, apareció una pareja con un pastorcito alemán que resultó tener cuatro meses. Mi perra empezó a perseguirle para jugar y la dueña se asustó. Empecé a llamarla y a tranquilizarles. Naturalmente, en mi lengua materna y habitual: el catalán.

Sorprendentemente, la señora se acercó a mí más relajada y me dijo lo siguiente: Ah, menos mal. Cuando he visto que le hablabas en catalán me he dado cuenta de que debía ser un buen perro. ¿Y eso?, respondí yo perpleja. Sí, vosotros sois más educados, tenéis más cultura…. Y vertió un sinfín de tópicos de este cariz que recibí incómoda y boquiabierta. Malaguanyat, que se dice aquí. Dios da pan a quien no puede comer. O a quien no quiere, como mi caso. Porque un discurso así es el sueño húmedo de muchos de mis conciudadanos. Madre mía, hubiera hecho las delicias de muchos que yo conozco.

Qué mala suerte para ella que fuera a dedicar tal peloteo subalterno a alguien tan mal elegido. Si hubiera distinguido con esa declaración a un dueño de perro de, pongamos, una calle de Vallvidrera, del Tibidabo, de Sarrià o de Gràcia hubiera tenido más del 50% de posibilidades de que fuera recibido, no sólo con agradecimiento, sino con total naturalidad. ¡Pues claro!

Por desgracia no estaba en este tipo de zona, y el cruel destino la llevo a topar conmigo, una botiflera desagradecida. Entre irritada y sorprendida, respondí: No, por favor. Todo eso no son más que prejuicios. Y su rostro era todo un poema cuando atónita respondía: ¿Eso piensas?

Fueron unos momentos de Lost in Translation autonómico. Pero, pero, pero… ¿No somos los catalanohablantes todos iguales? ¿No pensamos todos que somos la hostia y que la gente “del Estado”, no digamos “España” por favor, son una colla de atrasados y cutres? ¿Cómo podía ponerle pegas yo, una catalana fetén, a tal reconocimiento de inferioridad por su parte?

Sí, eso pienso, zanjé. La saludé con una sonrisa y la perra buena por entender catalán y yo seguimos nuestro camino. Luego me la he vuelto a encontrar alguna otra vez. La diferencia es que ahora mantiene atado a su cachorro y me mira dubitativa. Evidentemente, he resquebrajado su confianza indiscriminada en los catalanes unsolpoble y en las bondades de la lengua catalana en el modelaje del carácter de una perra demasiado expansiva como la mía.

Lo que tengo que aguantar. Perdonen ustedes, pero la culpa de esa exagerada fe en las virtudes superiores de catalanes y vascos no la tenemos toda los que vivimos en esas periferias. La izquierda o quienes desean un plus de superioridad por contagio son capaces de aceptar prejuicios como la copa de un pino para sentirse ellos un poco menos comunes. Y luego pasa lo que pasa, que piensan que pueden aplicar automáticamente su marco mental y meten la pata. Porque esa señora obviamente es una visitante. Alguien que debe de estar unos días de vacaciones y sus prejuicios la llevan a creer sinceramente que aquí hasta los perros tienen que ser más educados, menos casposos y menos agresivos. Unos perros como los que encontraría en Dinamarca o sitios así.

No nos hagan eso, por favor. Que sólo nos falta a los no nacionalistas que soportamos a diario la bravuconería de los propios, andar lidiando con la tontería de los de fuera.

Y me voy ya a sacar la perra que ya es la hora. ¿Me encontraré a la señora otra vez y atará su perro? Igual ya ha vuelto a Albacete o de donde fuera.

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