Pequeños, pero primordiales, detalles salariales

Pequeños, pero primordiales, detalles salariales

La vida está repleta de pequeños, pero a veces muy significativos detalles que devienen en primordiales. Seguramente, los salarios que percibimos constituyen un pilar fundamental para que veamos la vida de una u otra manera. En España, la verdad sea dicha, los salarios que percibimos quienes trabajamos aquí no son, ni mucho menos, la alegría de la huerta. En 2017, según el INE, la ganancia media anual por trabajador fue de 23.646 euros, cantidad que no es para echar las campanas al vuelo. Si perfilamos un poco más, se observa que los hombres percibieron una ganancia media anual de 26.392 euros mientras que la de las mujeres fue de 20.608 euros. Por tanto, la brecha salarial es bastante pronunciada tomando como referencia los datos obtenidos por el INE en 2018 y referidos a 2017.

El salario medio de los trabajadores con contrato indefinido fue de 25.085 euros y el de los contratos de duración determinada, 17.034 euros. Se dan, pues, diferencias sustanciales en cuanto a salarios en función del tipo de contrato, razón que explica el porqué de las reivindicaciones sindicales y laborales. El llamado empleo precario, vinculado a la contratación temporal, con salarios bajos, queda patente y se confirma, como escribíamos días atrás, que contar con un salario no equivale a disponer de un pasaporte para salir de una situación susceptible de pobreza.

Que el modelo productivo, como siempre insistimos, resulta determinante a la hora de que se den remuneraciones aceptables, constituye una condición sine qua non. En este sentido, los salarios más altos en España se perciben en País Vasco (28.204 euros), Comunidad de Madrid (27.089 euros) y Navarra (26.330 euros). Por el contrario, los más bajos se localizan en Extremadura (19.672 euros), Canarias (20.185 euros) y Castilla – La Mancha (21.033 euros).

Por ende, que en un territorio exista una fornida estructura industrial, con un marcado componente de investigación, desarrollo y tecnología, como sucede en el País Vasco, con baja tasa de paro e incluso con una inmigración relativamente baja, con su gente bien formada, redunda en salarios más altos, en empleos de contratación que tiende más a indefinida que no a temporal, y a que, a su vez, la sociedad se beneficie del efecto inducido de esas mejores remuneraciones al aumentar tanto la capacidad de gasto como de inversión de quienes obtienen retribuciones elevadas.

También, como en el caso de Madrid, la presencia de grandes compañías cuya sede principal radica en la capital, favorece la existencia de compensaciones más bien elevadas y, simultáneamente, que la economía madrileña se distinga por esa impronta de servicios de alto valor añadido, al margen de la presencia de un notable empleo público de altura.

El caso de Navarra, donde se combina la vis propiamente industrial de la manufactura junto con el empuje de la industria agroalimentaria, amén de servicios de talla, refrenda que los modelos productivos que se basan en unos sólidos pilares industriales necesitan profesionales más cualificados y, en consecuencia, con retribuciones de más nivel.

En cambio, ahí donde la industria no entra tanto en juego, donde el valor añadido de las actividades económicas es más modesto, las compensaciones retributivas oscilan en unas horquillas más recatadas. El sector energético es donde se pagan los mejores salarios, con una media de 52.015 euros anuales y, la otra cara más sombría, es la del sector de la hostelería en el cual los salarios son los más bajos con 14.540 euros de media anual. Lo malo de todo este asunto salarial es que en España el salario más frecuente es de 17.482 euros; ergo, nuestro país, malhadadamente, es tierra hoy por hoy de mileuristas.

 

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