El pecado original de la UIB

El pecado original de la UIB

La UIB nació con un pecado original que en las cuatro décadas que han transcurrido desde su bautizo no ha sabido cómo hacerse perdonar y que le ha impedido terminar de cuajar y arraigar en la dinámica sociedad balear, al menos en el grado que cabría esperar siendo como ha sido hasta ahora prácticamente el único centro universitario de Baleares.

Los pavorosos guarismos del último estudio del CES, confirmando la pobre capacidad de retención de la UIB de los estudiantes baleares que han terminado sus estudios de bachillerato en las Islas, así lo certifican. La UIB retiene sólo a un 40% de los alumnos baleares que terminan selectividad, siendo Baleares la cuarta comunidad autónoma en toda España con menos universitarios en su territorio de origen, apenas un 52,9% de los 20.512 estudiantes que superaron la selectividad durante el período 2017-2021. Nada menos que un 28,2% de estudiantes nacidos en las Islas prefieren estudiar en la península.

Estos datos forman parte del estudio que por encargo de la UIB ha realizado el Consell Econòmic i Social para diagnosticar los motivos de este éxodo a otras universidades españoles. Y si bien es cierto que el CES apunta a la escasa oferta de la UIB en lo tocante a grados y másteres en ingenierías, no es menos cierto que noticias como la que hoy publicamos en exclusiva en OKBALEARES, la relativa al profundo rechazo de algunos profesores de la UIB a dar sus clases en español y que racionalizan como una «reclamación laboral», no coadyuvan precisamente a aumentar el atractivo de la UIB ni tampoco a la retención de estudiantes en las Islas.

Más allá de los motivos apuntados por el CES que podrían explicar parte de la fuga de estudiantes hacia otras universidades de la península, no hay que soslayar la mala opinión que de la UIB tiene una parte significativa de la sociedad balear a causa precisamente del sesgo ideológico que se proyecta de ella en los medios de comunicación. Desde que Gabriel Cañellas tolerara el catalanismo radical de Nadal Batle de infausta memoria, un felanitxer separatista avant la lettre que reclamaba el bilingüismo en catalán y en inglés, la UIB no se ha podido quitar este pelo de la dehesa nacionalista, marxistoide y volcada en todas las causas de izquierdas, desde la causa palestina hasta el rechazo a la libre elección de lengua como hemos visto estas últimas semanas.

La UIB tiene fama de universidad pueblerina, ultracatalanista e izquierdista, una fama inmerecida e injusta tal vez pero ganada a pulso por los sucesivos rectores al haber carecido todos ellos de los redaños suficientes para cortar por la sano con ciertos departamentos muy politizados que, aunque minoritarios y escasamente relevantes por su número de alumnos, han ido marcando no tanto la línea oficial pero sí la línea pseudoficial de la UIB en asuntos de enorme trascendencia.

Unos departamentos que se han estado llenando la boca diciendo que hablaban en nombre de la UIB sin que el rectorado nunca los haya desmentido ni parado los pies en ningún momento. No nos estamos refiriendo únicamente al departamento de filología catalana, el departamento sin lugar a dudas más dañino para el buen nombre de la UIB por sus posturas lingüísticas radicales que no ha dejado de proporcionar munición y sostén argumental e ideológico a formaciones y entidades minoritarias pero muy dinámicas políticamente como el PSM, el GOB, Terraferida o la OCB.

Cuando la única imagen que se proyecta de la UIB es la opinión heterodoxa de uno de los escasísimos profesores de derecho (alternativo, ciertamente) en España que han participado en la Ley de amnistía de los golpistas catalanes, o las opiniones de geógrafos que se jubilan «frustrados porque no han llegado a ver políticas contra la masificación en Mallorca» o porque consideran que «si dan vía libre a los hoteleros, podemos despedirnos de las islas», o la de ciertos historiadores que interpretan una mera guerra de legitimidad dinástica como fue la Guerra de Sucesión de inicios del siglo XVIII en una guerra de España contra Cataluña y Baleares, o la de un rector que cancela una presentación de un libro al plegarse al lobby trans, o la de un templo del saber que busca acomodo a altos cargos del Pacte de izquierdas que se han quedado sin trabajo tras perder las elecciones, o la opinión de un rector que enseña la patita en un determinado medio -medio que no deja de invitar a «expertos universitarios» que opinan de todo porque comparten su línea ideológica- cuando afirma que «me pondría nervioso un Govern PP-VOX, no solo por el catalán».

Cuando una universidad regada generosamente con dinero público muestra tanta parcialidad ideológica, no es difícil imaginar la desafección y la falta de atractivo de la UIB para las clases social y económicamente más dinámicas de la sociedad balear.

Lo último en Opinión

Últimas noticias