El paraíso de los mediocres
Siempre han llamado mi atención esos parias y esas desubicadas que se levantan a la del alba decididos a no dejar de mentir a lo largo del día entero y hasta muy entrada la noche. Acaso llegué a entender sus fines cuando una vieja amiga me mostró despreocupación por el más inútil de sus vástagos. “Éste —me dijo, refiriéndose a un adolescente que parecía un higo seco— tiene un gran futuro como político porque jamás ha dicho una verdad y no sirve para nada”. En dicho profético instante entendí por qué la política era el paraíso de los mediocres. Resultaba bastante obvio que las personas cultas, honradas, lúcidas y dotadas para el arte, la ciencia o la comunicación, se empleasen en otros menesteres, y que los menesterosos se sintieran atraídos por el versátil imán de la corrupción, la demagogia, la incompetencia, la notoriedad inmediata, la traición en sus múltiples modalidades y el tenaz y oscuro servilismo que exige cualquier partido de masas con hambre canina de poder.
Antes de seguir y por no descalificar a la jauría entera, acepten que entre nuestros políticos actuales haya gente bien veraz, consecuente y con estudios válidos, como Carmona, que no Carmena, Cifuentes, Madina, Nart, Nuñez Feijóo, Rivera y quizá otros que ahora escapan a mi apreciación. (Nunca imaginarán lo que me ha costado extraer media docena de personas íntegras del registro de la mediocridad). A lo que íbamos. ¿Hay que mentir y enriquecerse sin freno para que un paria o una desubicada sea considerado un político con todas las letras? ¿Y por qué nos etiquetan de mierdas a cuantos integramos la ciudadanía, y tal cuales, nos tratan, si la basura y los mediocres son ellos? Jules Renard aconsejaba: “De vez en cuando di una verdad para que te crean cuando mientes”. Pero nuestros politicastros hacen oídos sordos y no sueltan una verdad aunque los castren.
P.S. Le suplico a Javier Nart que se deje de vericuetos flamencos y que se incorpore a la política local. Hace falta gente proba y sobran mindundis a granel en el infecto y lesivo panorama de trascendencia socio-económico-política que nos trae a mal traer y nos lleva a todos como puta por rastrojo. Resumiré con ripios, pues los mediocres no valoran el verso, lo que Nart, más los ya citados anteriormente y yo, pensamos de tales canes con desmedida lujuria de poderío. Supongo que una letrilla satírica bastará para despacharlos.
Por ser de cera el político
arde menos que una vela.
Todo el mundo se la pela
a este bufón del neolítico.
Infla un ego tan raquítico
con putrefactas verdades
que son meras falsedades.
¡Y lo digo porque quiero
cachondearme del bolero!