Pablo Iglesias rabia contra la prensa libre

Pablo Iglesias rabia contra la prensa libre

El fracasado aprendiz de dictadorzuelo chavista está desesperado, ya no sabe qué hacer para remontar la que se le viene encima. Al despertar, cada mañana, mira asustado a los pies de su cama, esperando encontrar la cabeza cortada de su caballo favorito, como último aviso de las muchas mafias a las que está obligado mediante unas promesas que cada vez ve más lejos poder cumplir. Cuando Hugo Chávez firmó de su puño y letra la orden para que se pagaran 6,7 millones de euros a la fundación liderada por Iglesias, Monedero, Errejón y Verstrynge, para «que en España puedan crear consensos de fuerzas políticas y movimientos sociales, propiciando en ese país cambios políticos aún más afines al gobierno bolivariano», la narcodictadura venezolana esperaba a cambio unos resultados que el todavía líder de Podemos ya sabe que no va a poder alcanzar.

“A los iranís les interesa que se difunda en América Latina y en España un discurso de izquierdas, porque afecta a sus adversarios”, fueron las palabras literales con las que Pablo Iglesias justificó que había aceptado trabajar para el teocrático Gobierno de Irán, a través de HispanTV. El de Galapagar se aprovechó de que los Ayatolás intentaban desestabilizar España con una financiación que, según la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía Nacional, llegó hasta los 9,3 millones de euros, pagando hasta el teléfono móvil de Pablo Iglesias. Pero el podemita no ha conseguido ofrecer la desestabilización que esperaban y el país número uno en exportación de terrorismo, que es Irán, no está acostumbrado a aceptar estos fracasos.

Desde su fundación en 2014, hasta las elecciones generales de junio de 2016, Iglesias parecía imparable. Pero pronto se vio que su éxito tuvo pocos méritos propios, más allá de su innegable capacidad para engañar a los menos informados. Los incontables casos de corrupción de PSOE y PP no fueron perdonados por unos votantes arruinados por la nefasta gestión de la crisis llevada a cabo por ambos partidos, unos mandando al paro a cuatro millones de españoles y los otros subiendo los impuestos hasta acabar de empobrecer a los afortunados que conservaban unos trabajos que no daban para llegar a fin de mes. Podemos recibió en sus primeros años el apoyo de la España indignada que acampaba en Sol y en tantas otras plazas, pero el engaño duró poco y a partir de 2016 empezaron a darse cuenta de cuál es la verdadera cara de Pablo Iglesias. El macho alfa se quedó sólo al frente del partido, abandonado por todos los que le habían ayudado a conseguir su pequeño éxito. Y fue a aislarse a su millonario casoplón de Galapagar, junto a la madre de sus hijos.

Una persona tan orgullosa y narcisista como él es incapaz de reconocer sus propios errores y frustrado, carga una y otra vez contra la prensa libre que durante estos últimos años ha ido publicando, uno tras otro, todos sus chanchullos y corruptelas, que ha dejado patente cómo se ha enriquecido personalmente, que ha contado con detalle todos los dejes repugnantemente machistas del que se pretende erigir en líder de un partido feminista, sus procesos judiciales, su sospechoso manejo de los fondos electorales, su extraña financiación y hasta su debilidad para con las “asesoras” más jovencitas y mejor retribuidas por sus “favores”. A Pablo le encantaría haber tenido éxito y poder tratar a la prensa española como lo hacen las dictaduras venezolana e iraní, a las que tanto debe. Pero sabe que ha fracasado y sólo le queda el recurso de la pataleta. Sus amenazas jamás nos han amedrentado, pero hoy, cautivo y desarmado, sólo nos provocan una media sonrisa displicente.

 

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