La orgía de gasto de la partitocracia alemana

Los progresistas y los centrados nos dicen que el populismo es un peligro porque miente para ganar votos y, una vez en el poder, retuerce las leyes y persigue a los rivales. Si este es el contenido de la definición de populismo, tenemos que concluir que en Rumanía y en Alemania gobiernan los populistas.
El Tribunal Constitucional rumano no sólo anuló las elecciones presidenciales, sino que el pasado día 11 prohibió al candidato más votado, Calin Georgescu, volver a presentarse y hasta hacer campaña, bajo la acusación de haber recibido apoyo de Rusia. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos rechazó los recursos presentados por Georgescu, que se ha pronunciado contra la OTAN. Sin embargo, Georgescu no ha sido condenado por ningún tribunal de justicia y todo se basa en informes policiales y sospechas.
Según las encuestas, es el candidato de los rumanos preferido para las próximas elecciones presidenciales, pero las instituciones y el Gobierno, formado por una coalición de socialistas y liberales que ya dura varios años (presentaron una lista conjunta al Parlamento Europeo el año pasado), han impedido al pueblo elegirle.
La partitocracia alemana ha realizado esta semana de marzo otro acto populismo: el Bundestag en funciones aprobó el martes 18 una reforma constitucional de grandísima importancia, porque en el elegido en febrero pasado existe una minoría de bloqueo. Nunca había ocurrido desde la entrada en vigor de la Ley Fundamental de Bonn en 1949.
Los ciudadanos alemanes, con la mayor participación desde la reunificación, dieron la vuelta al Bundestag. El canciller nombrado por el Parlamento en funciones, Olaf Scholz, no ha sido reelegido; la mayoría que apoyaba al Gobierno de coalición (socialistas, verdes y liberales) ha caído de más de la mitad del voto popular a menos de un tercio; el partido liberal sale del Parlamento; y los dos partidos tradicionales desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, la CDU-CSU y el SPD, sólo suman un 45%, su peor resultado conjunto.
Pues esta cámara despedida por los alemanes se ha reunido días antes de la constitución de la nueva para aprobar varias reformas constitucionales, que necesitan dos tercios de los votos de los diputados. Entre las elecciones de 2021 y 2025, el número de escaños se ha reducido de 720 a 630, pero lo capital es que la CDU-CSU y el SPD, que están negociando una nueva gran coalición, tienen una mayoría absoluta justa en el nuevo (208 y 120 puestos, respectivamente) y están muy lejos de esos dos tercios, gozan de ella en el que se mantiene en funciones, siempre que se le añadan los verdes, que han bajado de 118 escaños a 85.
La reforma que los socialistas y los populares querían introducir en la Ley Fundamental es la exclusión del gasto en defensa que supere un 1 % del PIB (43.000 millones de euros) del llamado freno a la deuda, que limita todo endeudamiento público hasta el tope de un 0,35% del PIB. Para alcanzar esos dos tercios, la CDU y el SPD han preguntado a los Grüne por su precio. Y éstos, que nacieron en los años 80 con un programa radicalmente pacifista, han aceptado votar el aumento del gasto militar a cambio de una tajada para la emergencia climática, la cual en Alemania ha alcanzado el estatus de nueva religión.
Así, en la votación de esta semana en Berlín, también se ha aprobado otra reforma que consiste en un fondo para inversiones en infraestructuras y protección del clima dotado con 500.000 millones de euros que deberán gastarse a lo largo de 12 años y que se financiara con créditos, también al margen del freno a la deuda. Además, se permite a los estados federados incurrir en endeudamiento. Y, en otro compromiso, el futuro canciller, el popular Friedrich Merz, respaldará a la ex ministra de Asuntos Exteriores, la ecologista Annalena Baerbock, para presidir la Asamblea de las Naciones Unidas.
Con todos los regalos repartidos, el resultado fue de 517 votos a favor (CDU, SPD, Verdes y CSU), frente a 207 en contra (liberales, AfD, Die Linke y DSW). En el nuevo Bundestag, donde los dos tercios se alcanzan con 420 diputados, esos bloques tienen 413 y 216 respectivamente.
Las enmiendas a la Ley Fundamental pasan al Bundesrat, una cámara territorial en la que sólo están representados los 17 estados que forman la república federal, con 69 votos. También se le aplica el requisito de los dos tercios. La mayoría de CDU, SPD, Verdes y CSU no los alcanzaba, pero la CSU ha persuadido a sus aliados del FW (Electores Libres), un pequeño partido con el que gobierna en Baviera, para que respalden la reforma.
La Constitución no limita las facultades de un Parlamento en funciones, pero ¿puede éste tramitar a velocidad inusitada, sin debates exhaustivos, unas reformas de tantísima importancia, aparte de la candidatura de Baerbock? El Tribunal Constitucional, formado por ocho jueces nombrados por las dos cámaras del Parlamento, considera que sí, ya que rechazó los recursos presentados por los grupos que no participaron en el chanchullo: la AfD, Die Linke, la izquierda de la BSW, los liberales del FDP y un diputado independiente.
Gracias a este ardid reglamentario, el Gobierno de Merz, formado por populares y socialistas, tendrá las manos libres para gastar en Defensa. El miedo a los rusos ha rebasado en Alemania al miedo a la deuda, a la inflación, a la subida de impuestos y al deshielo de la Antártida. Los defensores en la Unión Europea del orden basado en reglas se han saltado las suyas. Ha pasado en Rumanía y ahora en Alemania. ¿Ocurrirá también en otros países de la UE donde las decisiones del pueblo disgusten a su élite?