Odio+envidia+soberbia+ira=Hater

Liliana Acosta

Hater es el término que se utiliza en el mundo digital para designar a alguien que odia a una persona o un colectivo por razones de raza, religión, género, política, clase social, gustos musicales, etc. Este término, bastante reciente, nace para describir el ciberacoso que surge en redes como Facebook e Instagram, aunque es en Twitter donde se observa el mayor caldo de cultivo.

Sentimientos como el odio, la ira y la envidia no son nada nuevos en la humanidad desde el poema de Gilgamesh (2700 a.C), pasando por los relatos bíblicos, el hombre ha dado muestra a lo largo de la historia, tanto de lo bueno como de lo malo. No podemos negar que como sujetos cohabitamos a lo largo de nuestras vidas con sentimientos puros y viciados, pero creo que gracias a un sano equilibrio entre ambos, logramos realizar grandes proyectos en la vida.

¿O quién no ha sentido envidia de un compañero de trabajo? ¿O quién no ha sentido ira o rabia por una injusticia? Todos sin excepción hemos experimentado sentimientos negativos debido a situaciones, justificadas o no, que nos han llevado a pensar en provocar daño a esa otra persona.

Ahora, una cosa es desear el mal a alguien que directamente nos hizo daño, y otra muy diferente es arremeter digitalmente contra alguien a quien no conocemos. El odio que se vive en redes actualmente es una mezcla insana de sevicia, soberbia, crueldad, y agresión, con el único fin de destruir moralmente al otro, con un discurso simplista.

Un hater está completamente convencido que su punto de vista (sesgado) es el único válidamente posible, y la opinión de los demás simplemente no existe. Su único placer reside en ser capaz de denigrar al otro. Aquí no existe crítica constructiva, ni se busca entablar o ganar un diálogo, lo que se persigue es herir, destruir, agredir, excluir,  y aniquilar psicológicamente.

Las causas de esta enfermedad son muchas: la superioridad moral, los discursos de odio (que ha ido institucionalizando la política), la polarización, la desinformación y/o fake news, la intolerancia,  el miedo a la diferencia, entre otros.

Y la mayor perversión -como si lo otro no fuera ya suficiente- es que son las propias redes las que siguen permitiendo que esto pase, ya que la gran razón por la que estos ataques se hacen cada vez más virales es el “anonimato” tras el que se esconden los haters.

Ya me gustaría a mí ver a uno solo de estos personajillos exponiéndose con nombre propio, cara a cara otra  persona, para desearle lo peor. Y para ir más allá de la simple crítica, me gustaría hacer tres proposiciones para combatir esta plaga:

-Fin del anonimato. ¿Quieres opinar? Pues lo haces con nombre y apellido, y si acaso con foto y DNI. ¿A qué así ya no tendríamos tantos valientes, eh?

-Educación. Fomentar el pensamiento crítico hará que los haters entiendan que el mundo es grande y diverso, y que en ello radica su riqueza. Sin embargo, el actual Gobierno está empeñado en eliminar la filosofía de la enseñanza secundaria. ¿Inquietante no?

-No fomentar el odio. La viralización, la difusión de fake news o la desinformación son el fin último del hater. Corta esa cadena, y comparte únicamente contenidos que generen valor.

Y aunque no soy tan ingenua como para creer que el odio va a desaparecer de la noche al día, lo que sí está en nuestras manos es luchar con inteligencia contra este sentimiento irracional y degradante.

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