Los obstáculos de Albiol

Los obstáculos de Albiol

Faltan pocas horas para la cita con las urnas catalanas. He despertado con el siguiente titular de una sólida articulista política de la cosa pepera: “Rajoy echa el resto”. El presidente del Gobierno de España lleva tres días en Cataluña apoyando a su candidato a la Generalidad Catalana. A buen trote haciendo footing por el puerto de Barcelona y sin ir a dormir a Moncloa. En la foto del artículo posa el candidato, Xavier García Albiol, sin el lustre y el brío de antaño. Con esa sonrisa que no cuadra con el entrecejo constreñido y medio arrugado que reza sin quererlo “por favor, te lo suplico, lárgate, Mariano”. Mucho más víctima propiciatoria del jefe que candidato.

Busco más posados en el perfil de Twitter del presidente y encuentro otra en la que éste sale plantado y mirando pensativo hacia la nada sobre un paisaje nublado. Entre Albiol, cabizbajo y dando la espalda a la cámara, y una señora rubia que mira hacia otro lado. El tuit dice: “Los últimos escaños se están disputando entre el Partido Popular y los independentistas. Cada voto a nuestras siglas acerca a un Gobierno constitucionalista”. Sin embargo, todo parece indicar lo contrario. Todo a lo que aspira Rajoy es a no perder los paupérrimos 114.000 votos catalanes obtenidos en las últimas generales, de cuyo electorado no va a comportarse como entonces por entender que el voto útil para salvar Cataluña es el de Ciudadanos.

Albiol lo tiene más negro en Cataluña que el Papa Francisco dando misa en Al Mayadin, bastión del Estado Islámico. Es Arrimadas la que aspira a ganar los votos suficientes para insuflar vida en el califato indepe. En una recurrente querencia tecnocrática el Partido Popular se ha centrado en pedir el voto en las tres provincias pequeñas apelando a la Ley D´Hont, mientras Ciudadanos ha articulado un potente discurso emotivo a la par que valiente y racional. Arrimadas ha entendido perfectamente el espíritu del 😯 que logró sacar a más de 1 millón de personas a la calle. Su mensaje de cierre de campaña era tremendamente potente. Hablaba de sueños, libertad, el rechazo a la humillación y al miedo sentido durante estos meses por la mitad de los catalanes mientras todavía resuena el eco de Méndez de Vigo negando el adoctrinamiento de los niños en las aulas catalanas a mediados del mes del golpe. “No hay ninguna controversia ni conflicto con la educación en Cataluña”. Negando todos los precedentes. Relativizando agresiones y violencia sin precedentes contra niños y padres.

Después llegó Soraya para apuntillar al candidato en un mitin en el que parecía querer ganar centímetros cada vez que levantaba el dedo para señalar los méritos del partido personados en aquella sala. Entre matriarca tacañona y cheerleader de los Boston Celtics se compró al emérito fiscal Maza, a la juez Lamela, al juez Llarena y a toda la plantilla que cohabita en la independencia judicial: “¿Quién ha conseguido que por primera vez los independentistas pueden dejar de sumar en unas elecciones? Mariano Rajoy y el Partido Popular. ¿Quién ha hecho que hoy ERC no tengan líderes porque están descabezados? Mariano Rajoy y el Partido Popular. ¿Quién ha puesto fin al incumplimiento de la ley? Mariano Rajoy y el Partido Popular”. Albiol era el hombre adecuado. Non Grato para la secta. Desacomplejado. De orígenes almerienses homologables a los sureños de Arrimadas, que también podían haberle convertido en el líder de esa “cruzada de la pérfida potencia extranjera” que sí supo capitalizar la menuda y enérgica lideresa naranja. Como Rivera también recibió balas incrustadas en el póster de su cara. Superviviente de la ideológica fiscalía especial en delitos de odio. Superviviente institucional de PSC, Esquerra, Guanyem Badalona y la CUP y sobresaliente en el afecto de la calle que supo cimentar durante su época de alcalde que el PP no supo aprovechar.

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