Nueva legislatura, el circo de los de siempre

Nueva legislatura, el circo de los de siempre

La XII Legislatura echa a andar con la sensación de que el desgobierno está a punto de acabarse en España. La elección de la popular Ana Pastor como presidenta del Congreso es una buena noticia para el consenso general —ahí está la ovación unánime del Hemiciclo— y tanto PP como Ciudadanos siguen ahondando en las distintas posibilidades de acuerdo para asentar un Gobierno tan sólido como sea posible. No obstante, y a pesar de que este ejercicio ha comenzado mucho mejor que el anterior, los partidos populistas no se han privado otra vez de hacer del Congreso de los Diputados su particular escenario para una nueva entrega de la política-espectáculo que ya exhibieran durante el pasado mes de enero.

Esta vez, y a diferencia de la anterior, Carolina Bescansa se dejó el bebé en casa y no hubo charangas de Compromís. Si embargo, el show también ha puesto sede este martes en la Carrera de San Jerónimo a pesar de los rigores del mes de julio. Más allá de la ocurrente y repetida llegada en bicicleta de los diputados de Equo para concienciar de una política verde, los representantes políticos deberían reflexionar al respecto de ciertas actitudes en la Cámara Baja y de las responsabilidades inherentes que conllevan sus cargos. Aunque algunos no tengan experiencia previa como diputados, han de tener claro que no sólo representan a sus votantes sino a toda la ciudadanía española. La imagen de los políticos en el Congreso es la imagen de nuestro país ante el mundo y, por ello, tendrían que ser sumamente cuidadosos con cada gesto. Sobre todo, cuando se cruza la delgada línea que separa la cercanía y accesibilidad del mero folclore escénico.

No es serio que Diego Cañamero se presente con una camiseta de apoyo a Andrés Bódalo, encarcelado por darle una paliza a un dirigente socialista. Tampoco nos otorgan pátina alguna de rigurosidad ciertas fórmulas a la hora de jurar la Constitución por parte de los componentes de Podemos. Frases como «sangre minera, semilla guerrillera» o «nunca medraron los bueyes en los páramos de España» nos acercan más a un mitin populista que a la seriedad del Congreso. La formación dirigida por Pablo Iglesias haría bien en abandonar los teatrillos partidistas y dedicarse a trabajar por conseguir la prosperidad de España y el respeto de sus conciudadanos. Cansados, como ya demostraron las urnas, de tanto fuego fatuo.

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