No son impuestos, es mafia

Opinión Fran Carrillo

Hay una España conforme con la esclavitud y acostumbrada a la sumisión, obligada por un Estado insaciable en el robo fiscal. Esa España que busca antes la seguridad que el riesgo y se arrima a la oposición (ser funcionario) con el mismo deseo que un socialista al dinero. Lo de emprender queda para unos pocos locos que deciden jugársela cuando el Estado, y el Gobierno, conjugan pobreza con felicidad. Necesitan ciudadanos así para seguir justificando mantras caducos y derechos conseguidos y nunca consumados.

El socialismo, a fin de cuentas, es eso: la progresiva y progresista eliminación de la autonomía personal en beneficio de un Estado cada vez más insaciable en el saqueo económico. Porque hay mucho que pagar: financiar el golpismo catalán, el chantaje vasco, las prostitutas de los miembros del PSOE, las mordidas inmorales e ilícitas de más miembros socialistas, lo que se le regala a la Autoridad Nacional Palestina o el sueldo de los comisarios políticos de RTVE (neumáticos adyacentes inclusive) cuesta mucho dinero. De ahí que ya se esté preparando el enésimo golpe mortal a los autónomos en forma de subida de cuota. Y ante esto, silencio, resignación y pataleo de salón. Ni el Gobierno corrupto va a cejar en su empeño de empobrecer al conjunto del país, cada vez más dependiente de las ayudas y subsidios que el Estado entrega a costa del voto y protección social, ni la patronal de los autónomos -¿dónde estás, Lorenzo Amor?- hará nada para frenar el expolio. Ambas partes se retroalimentan porque medran al alimón en el mismo cortijo creado, cada uno a su manera. Mientras el que produce y contribuye (el autónomo asfixiado) trabaja más para seguir produciendo lo mismo y pagar el doble, los que deben impedirlo se forran a su costa para mantener sus extensos privilegios.

Pero no debemos asumir el pago por trabajar ni resignarnos a admitir una alternativa que pase por robarnos la mitad de lo que nos cuesta crear, porque ese dinero que nos quitan no va destinado a lo que presumen con oficialidad jubilosa. La propaganda del régimen y el argumentario enviado a los voceros de tertulia, cuya economía la sufragan las víctimas de su esputo recauchutado, están centrados ahora en convencernos de que un autónomo es contrario al progreso, porque lo mollar es que todos seamos funcionarios del Estado y que el Estado, o sea el Gobierno, controle todo lo que se mueve. Cuando no quede un autónomo en pie ni un pequeño y mediano empresario con ganas de seguir madrugando para mantener a tanto gandul, los comisarios políticos al fin tendrán su paraíso soviético. Faltarían después, como epítome de la decadencia moral y espiritual, los gulags físicos con los que sueñan los camaradas de José Pablo cada mañana, tarde y noche en ese Pirulí goebbelsiano en el que han convertido la, que nunca fue, tele de todos los españoles.

Ya es imposible independizar a la izquierda actual del concepto expolio. Porque de la ruina ajena depende su progreso. De ahí que se dedique, día y noche, ley tras ley, a castigar a quienes desean avanzar por cuenta propia. El actual estancamiento de los salarios no se debe a los ricos, como el problema de la vivienda no lo causan los fondos buitre. Eso es mantequilla de cacahuete para apesebrados. El trasfondo de la parálisis es estructural: productividad bajo mínimos, regulación inexistente o ineficaz sobre el mercado (en el del suelo, por ejemplo, la oferta es nula, nadie quiere construir porque no hay incentivos para ello), un modelo laboral obsoleto e hipertrofiado, educación manejada por la doctrina y la propaganda, etc. Un ecosistema, el del estancamiento y la dependencia, que conviene a quienes mandan, por ideología y control social, ya que el ahorro, la propiedad y el desarrollo económico hacen al ciudadano independiente del poder político y de ese Estado totalizador.

Es ahí cuando urge una reacción que limite ese poder y vuelva a otorgar al contribuyente saqueado y asqueado el control de su vida. Porque lo insoportable se ha convertido en insostenible. Ya me dirán quién pagará a tanto estatista de pensión y subsidio cuando no haya quien tenga ánimo para seguir levantando miseria. Lo que hace el Gobierno con nuestro dinero no es magia, sino robo. Y al igual que la mafia, su modo de vida y supervivencia depende de que sigamos tragando el cobro periódico, abusivo e ilegítimo del impuesto revolucionario, también llamado cuota de autónomo.

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