Nada hay más siniestro que manipular a los muertos

Nada hay más siniestro que manipular a los muertos

No se pueden manipular las cifras ni el sufrimiento de las víctimas. No se puede expulsar de la estadística a miles de muertos, olvidados por un Gobierno que se supera cada día en incompetencia e ignominia. Lo que está ocurriendo va más allá de la negligencia, porque existe una estrategia perfectamente diseñada para aligerar la cifra de contagios y muertos, una reducción fraudulenta de las víctimas del coronavirus.

Cataluña ha anunciado 3.341 nuevos muertos, tras incorporar los fallecidos en residencias de ancianos, en domicilios y en centros sociosanitarios, mientras Madrid admite 3.449 muertos más de los que admite el Ejecutivo socialcomunista. Estamos hablando de 6.790 fallecidos, sólo en dos Comunidades, que no constan en el recuento oficial.

Sin embargo, el Gobierno sigue a lo suyo: el ministro de Sanidad, Salvador Illa, asegura que «la evolución es descendente», ignorando la realidad. ¿Cómo es posible que el Ejecutivo siga aplicando un procedimiento de recuento que choca de bruces contra la evidencia? La única respuesta es que el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha decidido «controlar» la pandemia alterando las cifras de muertos y contagiados, con el fin de trasladar a la opinión pública la idea de que las medidas adoptadas están dando resultados.

España es el país del mundo con más muertos por millón de habitantes después de que la Generalitat de Cataluña reconociera que el número de fallecidos prácticamente duplica las cifras oficiales. Y, sin embargo, el Gobierno se niega a incorporarlos sin mayores argumentos.

Existe un clamor generalizado de que este Gobierno se ha empeñado en rebajar la intensidad de la tragedia a base de negar las evidencias. Eso no es negligencia, sino una manipulación en toda regla.

Lo que ocurre es que el Ejecutivo es consciente de que la extensión más intensa del virus se produjo en vísperas del 8-M y trata de ocultar su responsabilidad rebajando contagiados y muertos. Una indignidad. Que a estas alturas no conozcamos la verdad de la tragedia revela el grado de indecencia de un Ejecutivo que se ha convertido en un peligro público.

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