La mujer del César tiene que ser honrada

Begoña Gómez

Vaya por delante que no hay nada que me gustaría más que Begoña Gómez fuera inocente. Y que fuera exculpada de todos los indicios, sospechas y acusaciones. Porque sería muy fuerte que la mujer del presidente del Gobierno hubiera aprovechado su marido para hacer negocios.

Por eso, vamos a otorgarle también toda la presunción de inocencia que haga falta. En realidad, el que esté investigada no quiere decir, de entrada, que sea culpable.

Simplemente que el juez ve indicios de delito y que puede comparecer con abogado para ejercer el derecho de defensa. Hasta que haya sentencia firme, en el caso de que la hubiera, es inocente a todos los efectos.

Pero lo que me ha sorprendido de todo el embrollo es que no haya salido en rueda de prensa un día a desmentirlo todo. Al fin y al cabo está habituada a hablar delante de las cámaras. Más que nada por aquello de quien calla, otorga.

Si no hubiera podido recurrir a un prestigioso bufete de abogados, para desligar también La Moncloa del caso, y hace el típico comunicado amenazando con acciones legales a todo el que publicara falsedades. Nada, no han desmentido ni una.

Ya puestos me ha llamado la atención también el silencio de la Universidad Complutense en todo el asunto. Ni un miserable comunicado o una comparecencia del rector. Parece que está escorada a la izquierda -Pablo Iglesias estudió aquí- pero las universidades deberían ser neutrales. Sobre todo si son públicas.

Lo digo también por nuestra experiencia con las universidades catalanas durante el proceso. Recientemente, el rector de la Universidad de Barcelona, Joan Guàrdia, independentista declarado, prohibió un acto de S’ha acabat con la excusa de la campaña electoral.

En cambio, permitió una acampada de estudiantes propalestinos en el patio de la universidad. Me temo que las universidades, como templos del saber, se han echado también a perder.

No sólo eso, sino que Begoña Gómez permanece en silencio. Reapareció con su marido, muy acaramelados, en un mitin en Benalmádena, pero sin abrir la boca. Yo creo que ya no tienen edad para ir cogidos de la mano como adolescentes, pero ellos sabrán.

Y en la Nueva carta a la ciudadanía del presidente del Gobierno, tras haber sido citada a declarar, me llamó también la atención el encabezamiento. «Mi esposa y yo…». ¿Begoña Gómez no puede defenderse sola? ¿Tiene que hablar su marido por ella?

No deja de ser curioso que un Gobierno que presume de feminismo sea el marido el que habla en nombre de la mujer. Me recuerda aquellas parejas musulmanas en las que, entrevistadas por la tele, solo habla él.

Luego se queja de que es a cinco días de las elecciones al Parlamento Europeo, pero el calendario del poder judicial no tiene que coincidir necesariamente con el del poder ejecutivo. Es más, parece una manera sutil, o más bien burda, de presionar al juez. No le acusa de lawfare pero casi.

A continuación asegura que están «absolutamente tranquilos». Vuelve a hablar por los dos. Me recuerda a aquellos políticos que, pillados en un caso de corrupción, dicen que tienen la «conciencia tranquila» y al final los acaban condenando.

Se nota que es una carta electoral y que utiliza el lenguaje al uso. Como ya hizo en el debate de la amnistía con alusiones a la derecha y la ultraderecha. Lo de siempre, si Vox es ultraderecha; Sumar y Podemos deben ser extrema izquierda porque están en el otro lado del extremo ideológico.

Hasta tienen algún dirigente que no esconde su militancia comunista. No conozco ningún dirigente de Vox que haya pasado por el franquismo. Ni que sea por razones de edad, entre otras. Sin embargo, Pedro Sánchez emplea el término «coalición reaccionaria» y más tarde hasta «coalición ultraderechista».

Lo más divertido es cuando hace balance: consolidar el «crecimiento económico» -la versión light del «España va como un cohete»-, luchar contra las «injusticias» o contra la «desigualdad». Visto lo visto -el caso Ábalos o el caso Koldo, por ejemplo- lo de «regenerar la vida democrática» suena un poco a chiste. Aunque, por supuesto, también otorgaremos a ambos toda la presunción de inocencia que haga falta. ¡Presidente, que se deja la amnistía! En efecto, de la medida de gracia ni pío. Señal que escuece.

Termina, sin quererlo, rindiendo tributo a la prensa digital al quejarse de los «tabloides digitales». Porque, en efecto, quien ha publicado lo de Begoña Gómez ha sido la mal llamada prensa digital. Porque es prensa, a secas. Como OKDIARIO, que fue el primero en decir que estaba investigada. Corrieron ríos de tinta sobre que si el DNI, que si no sé qué. Al final se confirmó la noticia.

Por eso, no deja de ser curioso -aunque es la estocada final- que Sánchez acuse a Feijóo y Abascal de «malas artes». Se nota que hay elecciones europeas el domingo y no las tienen todas consigo.

Voy a terminar con aquella frase mítica de «la mujer del César no solo tiene que ser honrada, sino también parecerlo». Y una alusión a Javier Milei, con el que tuvimos un pollo diplomático porque llamó «corrupta» a Begoña Gómez. A ver si al final va a tener razón. Espero, por el bien de todos, que no.

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