Muerte de un torero y defensa de la libertad

Muerte de un torero y defensa de la libertad

El 11 de mayo de 1801, el séptimo toro de la tarde, llamado Barbudo, derribó y corneó en el suelo hasta matar a José Delgado Guerra, Pepe-Hillo, cuando éste entraba a matar en la plaza de toros de la Puerta de Alcalá de Madrid. Esa imagen fue inmortalizada por Goya en el grabado número 33 de la serie Tauromaquia y así Pepe-Hillo pasó a la historia; junto a Joselito, Ignacio Sánchez Mejías, Manolete, Antonio Bienvenida, Paquirri, Yiyo y decenas de matadores de toros que han dejado su vida en el ruedo. La muerte es un evento siempre presente para los que saltan al ruedo dispuestos a arrimarse. Los toreros lo saben y la temen, pero la miran de frente, dominan su miedo y buscan la gloria. Gloria que alcanzó Víctor Barrio el pasado fin de semana en Teruel. Gloria que no le podrán arrebatar las cientos de ofensas que su memoria ha recibido en las redes sociales.

Las redes sociales se han convertido en un territorio de impunidad donde cada cual saca la verdad que lleva dentro. El mundo exterior obliga a cumplir unas normas de convivencia y quien se las salta tiene que pagar por ello, dependiendo de la gravedad del incumplimiento, con una multa o con prisión. Pero incluso cuando la conducta asocial no está penada, los inadaptados sufren el rechazo de la sociedad con la que no pueden convivir. Esto hace que sólo los enfermos mentales y los borrachos hagan sus necesidades en mitad de una calle llena de gente, por muchas ganas de orinar que se tengan. Y evita que la mayoría de las personas airadas agredan a todos los que se cruzan con ellas. Por puro egoísmo, para poder seguir conviviendo. Pero en Internet esto no ocurre así. Allí cualquiera puede mostrar su verdadera personalidad sin asumir ninguna consecuencia, sin sufrir ningún castigo. No importa lo estúpido que seas, al contrario, cuanto más memo demuestres ser, cuantos menos escrúpulos tengas, cuantas más barbaridades seas capaz de expresar; más aumentará tu popularidad en la red y más seguidores –igual de memos que tú- conseguirás.

La personalidad que demuestran todos estos inadaptados en Twitter y Facebook es la auténtica, porque allí se muestran ante los demás sin maquillaje; así es como les gustaría actuar si los demás se lo permitiésemos. En el mundo exterior son pequeños mequetrefes, frustrados, fracasados, amargados y por ello, llenos de odio. Ese mismo odio que, manipulado adecuadamente por otros más listos pero igual de malnacidos que ellos, hacía matar a los jemeres rojos, a los nazis y a los etarras. Y que, probablemente, podría hacerles matar a ellos mismos sin escrúpulos, si no temieran asumir las consecuencias de sus actos. Se empieza deseando la muerte al judío al que después se deja de considerar una persona y se le termina asesinando, como ahora les desean la muerte a los toreros.

Por ese motivo hay que enfrentarse a ellos, tienen que dejar de ser impunes. Es posible que lo que hacen sea un delito previsto en nuestras leyes y se debe intentar, como muy bien hace la Fundación Toro de Lidia, enfrentarles a los tribunales de justicia. Aún más, nuestras autoridades no deben esperar a que lleguen estas denuncias y deben actuar de oficio. Pero como sociedad no debemos permitirles estos comportamientos ni aunque no sean punibles legalmente. Hay que pararlos, enfrentarlos, reportar sus actitudes ante los gestores de las redes sociales y cuando sea posible, desenmascararlos, hacer que dejen de ser anónimos. Hay que ponerle fin a la falta de consecuencias de sus actos antes de que esto se nos vaya de las manos. Seas animalista o taurino, da igual; en defensa de la libertad, de la tolerancia, de la humanidad y hasta de la inteligencia, hay que luchar contra todos estos asquerosos malnacidos.

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