Mostrar las miserias del Barça y el separatismo

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Mostrar las miserias del Barça y el separatismo

La última polémica futbolística culé, después de que el Barça recurriera a la justicia ordinaria para burlar durante unos días el cumplimiento de la sanción por tres partidos que tenía Robert Lewandowski, no es más que la enésima prueba de que el separatismo se cree superior y diferente al resto de los mortales. La cuestión es no aceptar nunca las normas que les perjudican y obligar a los demás a acatar las que les benefician a ellos. Esa es la forma habitual de comportamiento del secesionismo y, por lo tanto, de su mejor escaparate a nivel internacional: el Barça.

De ahí que tanto Joan Laporta, como Ada Colau o Pere Aragonés jueguen a la desobediencia selectiva. El recurso temporal del Barça a la justicia ordinaria no fue más que otra triquiñuela para demostrar que ellos están por encima de la ley y que creen que son de una pasta especial. Vamos, que las instituciones deben tratarlos de manera diferente, que es lo mismo que decir que han de tener privilegios. Por supuesto, tensando la cuerda, pero intentando no romperla, que ya le han visto las orejas al lobo.

Es el mismo cuento de siempre, como cuando los separatistas exigieron -y consiguieron- que el Tribunal de Cuentas se desnaturalizara para que ellos pudieran seguir malversando dinero público a placer. O que se ha retorcido el Código Penal hasta extremos inconfesables para que los delitos de malversación y sedición queden a la altura de robar una bolsa de pipas en un supermercado. La clave de la cosmovisión independentista es demostrar en todo momento que son superiores a los demás y que ellos son ciudadanos de primera. Mientras que el resto no somos más que chusma o, en el mejor de los casos, ciudadanos de segunda.

El problema de estas actitudes chulescas y casi matonescas del separatismo es cuando los demás las aceptamos. Cuando bajamos la cerviz y permitimos que los independentistas se crean superiores y se salgan con la suya estamos alimentando este tipo de actitudes. Cuando actúan así siempre tenemos que plantar cara y luchar. Porque los secesionistas aplican la teoría del salchichón: paso a paso, rodaja a rodaja, se van quedando con todo sin que hagamos nada por evitarlo.

Por eso hay que aplaudir el esfuerzo del Real Club Deportivo Espanyol de denunciar ante la justicia deportiva esta chulería del Barça, aunque no consiguiera resultados tangibles. Hay que retratarles y que todo el mundo vea cómo se comporta el brazo propagandístico-deportivo del nacionalismo. De la misma manera que hay que decir continuamente que ERC, Junts y la CUP son partidos golpistas y supremacistas. Y no hay que callarse jamás ante sus mentiras y ante sus intentos de salirse siempre con la suya jugando con ventaja.

Más que una agenda del reencuentro para desinflamar el conflicto en Cataluña lo que hay que hacer es exigir a los partidos nacionalistas, de una vez por todas, que no se crean superiores y acepten que son como los demás españoles. Y que tienen los mismos derechos y obligaciones que cualquier ciudadano de Burgos o de Jaén. Y que no pertenecen a una casta superior que puede evitar cumplir las leyes que rigen para los demás mortales. El día que consigamos que el separatismo deje de ser un negocio para los aprovechados que simplemente quieren jugar siempre con ventaja ese día España habrá dado un gran paso para convertirse en una de las mejores democracias del mundo. Y no como nos pasa ahora, que somos un país medio fallido por culpa de la rendición ante unos dirigentes fanáticos y tribales que desprecian a los que no piensan como ellos.

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