El moderado discurso del Rey ante la ONU

«No somos, Señor, un periódico editorialmente monárquico. Pero sí nos calificamos como un medio pragmático. Monárquicos filosóficamente o intelectualmente, no; pero monárquicos pragmáticamente, sí», le dijo Eduardo Inda a Felipe VI en la audiencia concedida con motivo de nuestro décimo aniversario. A lo que añadió el director de OKDIARIO, «lo que funciona, no se toca. Y sobra decir que la monarquía parlamentaria funciona, vaya si funciona».
Como Liberal, la Monarquía por muy parlamentaria que sea, es un sistema que me chirría. Una monarquía puede ser, y de hecho en la práctica muchas veces es, mucho más democrática que todas esas repúblicas que se comportan exactamente como regímenes totalitarios. Pero que el jefe del Estado tenga carácter hereditario no es el modelo que mejor se ajusta a la soberanía popular que defiendo como liberal, a pesar de que todos los derechos y libertades estén sometidos a la misma Constitución a la que está sujeta esa monarquía parlamentaria.
Pero como Enfurruñada, que es el otro componente fundamental de mi personalidad virtual, tan potente o más que el de liberal, trato de imaginar cómo sería vivir en un país en el que el Jefe del Estado fuera un presidente de la República elegido con los votos de Bildu, de los comunistas y de los golpistas catalanes, como por ejemplo Pedro Sánchez, esposo de la pentaimputada Begoña Gómez y hermano del doblemente imputado David, el de La danza de las chirimoyas; y además tener a una primera ministra ejerciendo como jefe del Gobierno, que podría ser, por ejemplo, María Jesús Montero, con sus dos manos vendadas de tanto ponerlas en el fuego por toda la pandilla de presuntos delincuentes que la rodean. Pragmáticamente hablando, como dice nuestro director, no hay color. Es mucho mejor tener a Felipe VI y Letizia Ortiz representándonos por el mundo, a que les sustituyeran Pedro Sánchez con María Jesús Montero o Yolanda Díaz.
Pero, como se dice en mi tierra, el buen jamón tiene tocino y hueso, porque si es todo magro y no tiene nada de grasa, eso no hay quien se lo coma. Así que una monarquía parlamentaria tan aseada como la nuestra ha de tener, por fuerza, cosas que no nos gusten. Por ejemplo, el discurso que Felipe VI pronunció este miércoles en la Asamblea General de la ONU, en el 80º aniversario de la organización que, como todos los actos del Rey, tuvo que ser refrendado por el Gobierno y, en consecuencia, consensuado con La Moncloa.
Le salió al Rey un discurso muy moderado, que no gustó a nadie. Los progres están muy enfadados porque el Rey no usó la palabra genocidio, llamó terroristas a los terroristas de Hamás, reconoció el derecho de Israel a defenderse, exigió la liberación inmediata de todos los rehenes retenidos por Hamás «con tanta crueldad», y pidió «el reconocimiento universal del Estado de Israel». Mientras que algunos de quienes apoyan incondicionalmente a Israel en esta guerra le reprochan a Felipe VI que les exigiera que «aplique el derecho internacional humanitario» y que «detengan ya esta masacre».
Con tanta furia han reaccionado contra nuestro Rey tanto unos como los otros. Ni los progres entienden que Felipe VI se negara a imitar a Pedro Sánchez calificando como genocidio lo que ni la Corte Penal Internacional, ni la Corte Internacional de Justicia de la ONU han calificado como tal delito; ni muchos amigos de Israel comprenden que nuestra monarquía está sometida a un Parlamento en el que comunistas, proetarras y golpistas secesionistas le han otorgado la mayoría a un Pedro Sánchez que, forzosamente se tiene que sentar a su lado. Como Liberal y Enfurruñada no hay charco que me sea ajeno, así que yo expreso mi más absoluto desacuerdo tanto con los que lo critican desde un extremo como con los que lo hacen desde el otro.
A mí tampoco me gustó el discurso de Felipe VI. Yo hubiera preferido que dijera que los únicos culpables de todas las víctimas civiles son los terroristas de Hamás, que usan a la población como escudos humanos para camuflarse entre ellos mientras los tienen sometidos por el hambre. Pero reconozco que los discursos del Rey están sometidos a la aprobación de una Moncloa que jamás le habría permitido esas palabras, así que expreso mi disgusto también moderadamente, en primer lugar, para no hacer el juego a los progres pero, sobre todo porque, pragmáticamente, prefiero infinitamente el discurso que pronunció Felipe VI a lo que hubieran dicho Pedro Sánchez o Yolanda Díaz si no tuviéramos a este Rey.