Un ministro y el catalán por «collons»

ministro catalán

Marino Rodríguez, un ciudadano cabal de la inmortal villa de Sahagún, ha publicado un mensaje en Facebook a propósito de la última ocurrencia del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, más ágrafo que un pastor antiguo de las Urdes, según la cual, va a intentar que todos los habitantes del Estado, es decir, a todos los españoles, aprendamos y utilicemos el catalán porque él lo vale. Marino sostiene que los «porros están haciendo estragos hasta en los ministros… Confunden lo de estar colocados con lo otro».

Es una magnífica definición. ¿De dónde sacan a estos ministros? Son ministros de España, no propagandistas fatuos de una lengua (escrito sea con con todos los respetos) marginal, que ni siquiera la Unión Europea se ha tomado en serio por mucho que se empeñen en convertirla en lengua oficial de la UE.

La imposición oficialista y desde el poder que se lleva a cabo tanto en Cataluña como en el País Vasco o Galicia no hace otra cosa que provocar rechazo. Y es un hecho cierto que, después de tanta imposición, esas lenguas vernáculas –que está muy bien que puedan ser utilizadas en sus respectivos territorios– van en claro descenso, incluso en esos mismos predios.

La lengua no se puede imponer; la lengua es como la vida misma y ya puedes levantar todos los muros que, al final, la realidad termina por imponerse.

¿Qué idioma utiliza Puigdemont para entenderse con Otegi? El castellano. ¿Qué lengua utiliza Santos Cerdán para llegar a acuerdos con Turull? El castellano. Resulta tan ridículo como estulto oír decir a un ministro del Gobierno de España (mal que le pese) que va tratar de imponer el catalán (¿por qué no el vascuence o el bable?) al resto de los españoles, una lengua que sirve para lo que sirve, frente a un idioma que hablan más de 600 millones de personas y con la que se puede transitar por el vasto mundo.

Nos dijeron cuando llegaron al poder estos muchachos irredentos y con caspa política de la extrema izquierda que eran los más listos de la clase. Cinco años después se puede preguntar con justeza si a esos «listos» los tienen escondidos en algún zulo, porque hasta la fecha lo único que han demostrado es ser unos cracks esparciendo tonterías.

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