Una ministra acusa de prevaricar al Tribunal Supremo

Una ministra acusa de prevaricar al Tribunal Supremo

Suceden cosas en la España de su sanchidad difíciles de creer si no tuviéramos ojos y oídos. Verbigracia.

Una joven, ministra a la sazón, apellidada Belarra, ha dicho alto y nítido que el Tribunal Supremo ha condenado a su coleguilla de militancia Alberto Rodríguez sin pruebas. Por corto y por derecho: que ha sido una sentencia “política” en un “juicio político”. Pese a las advertencias, no ha retrocedido en su alegato contra una corte penal de un país de la Unión Europea.

Cierto que no es la primera vez que un dirigente de Podemos cuestiona la rectitud del máximo organisms jurisdiccional del Reino. Pero ahora se hace desde una persona que se sientan en otro poder del Estado. Esas son palabras, ahora vienen los hechos. El pasado jueves, el condenado en cuestión por patear a un policía lejos de abandonar el escaño de diputado tal y como exige el Supremo, subió a la tribuna de oradores -ante la consideración de Batet- para en un alarde supremo y desafiante pasarse la sentencia por la hombrera. Todo ello, entre el aplauso de propios (PSOE) y más próximos (Podemos).

Estos dos hechos no necesitan más adrenalina. Mucho menos, comentario.
Todo ello se suma al fichaje por parte de la otra dama de UP, Irene Montero, de una coleguilla condenada por insultar gravemente a una policía municipal de Madrid y a dos procesados por actos presuntamente ilegales cuando ocupaban el poder en el Ayuntamiento de Madrid.

Ahora sí que está todo claro. Sobra cualquier palabra.

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