Mentiras encadenadas
Recojo en mi último libro, Caudillo Sánchez, una afirmación que se le atribuye a Churchill: «La historia será amable conmigo porque tengo la intención de escribirla». Nadie puede esperar que Pedro Sánchez, -al que tuvieron que escribirle su tesis y hasta su Manual de resistencia-, escriba su historia. La estrategia que utiliza él -un hombre tan obsesionado por pasar a la historia que aprovechó un acto de homenaje a una muerta, Almudena Grandes, para afirmar que él pasaría a la historia por haber desenterrado a otro muerto- para que «la historia» le trate amablemente, es falsificar la historia de España suplantando los hechos por versiones o relatos cocinados en la fábrica de propaganda que habita en la Moncloa y parasita la prensa amiga y concertada.
Y como estamos ante un hombre sin ningún tipo de limitación ni escrúpulo, a nadie debe extrañarle que haga todo lo que está a su alcance para conseguir ese objetivo, desde aprovechar la pandemia para aprobar sin debate una Ley de Educación que extiende a toda España el modelo aplicado en las comunidades autónomas en las que gobierna el nacionalismo -la educación en el odio y la mentira y la ausencia de conocimientos sobre la historia real de nuestro País- hasta entregar el relato de la «memoria democrátic» precisamente a quienes asesinaron a 857 de nuestros conciudadanos para impedir que triunfara la democracia.
Y es que el hombre que llegó a la Presidencia del Gobierno de España en alianza con los enemigos jurados y mortales de la democracia- desde los golpistas a los filoetarras, pasando por los comunistas considerados por el Parlamento Europeo autores de millones de crímenes de lesa humanidad, a los populistas de extrema izquierda que aplauden las dictaduras bolivarianas- necesita falsificar la historia de España para blanquear su propia historia.
Porque es para conseguir lavar su propia imagen por lo que Pedro Sánchez necesita blanquear la historia de terror de ETA. No piensen que lo hace sólo ni principalmente para mantener los votos de los filoetarras -dirigidos por miembros de ETA que nunca renunciaron a su historia terrorista y llevan con orgullo las «hazañas» de terror de la banda-, y seguir ocupando la vivienda a la que llegó por vez primera a través de una Moción de Censura destructiva. Sánchez necesita blanquear a quienes siguen rindiendo homenajes a los asesinos y se muestran orgullosos de la historia de terror de ETA porque son sus socios políticos y sus cómplices para acometer la demolición del sistema del 78 que él inició desde el mismo momento que asumió el puesto de Presidente del Gobierno de España. El PSOE y él necesitan blanquear la historia de ETA y del resto de sus cómplices antisistema porque se presentan a elecciones y han de conseguir seguir engañando a los españoles sobre sus verdaderas intenciones.
Pero también es justo aceptar que Pedro Sánchez no miente solamente cuando pervierte a través de sus leyes y de sus cesiones a los enemigos sangrientos de España. Él tiene una relación en negativo con la verdad, por eso, no descuida ningún frente y miente con el mismo desparpajo cuando habla de política internacional o cuando se refiere a las cosas de comer. Así, tras una semana regalando viviendas inexistentes en terrenos ficticios, el impostor se dispuso a vender otro hito histórico, la ley de vivienda. Sólo un tipo como él, un tipo que ha hecho de la perversión del lenguaje una manera de dirigirse al país y de faltar al respeto a los ciudadanos es capaz de afirmar que, por primera vez en democracia, se aprobaba una ley para hacer efectivo el derecho constitucional a la vivienda. Porque, vamos a ver, si mentir no fuera su estrategia común y su táctica concreta, su forma de ser, si él se creyera lo que dice, ¿cómo se explica que teniendo en su mano una herramienta tan poderosa que va a ser capaz de solucionar todos los problemas de vivienda que tienen los españoles haya esperado para aprobarla a que falten seis menes para acabar la legislatura? ¿Por qué no lo hizo hace cuatro años, que tenía los mismos votos que ahora? Esa comparecencia, a las puertas del Congreso de los Diputados, engolado y presuntuoso, sin preguntas de los periodistas, fue un ejemplo de desvergüenza de tal calibre que merece mármol.
Pero creo que tanta farsa no le va a salir gratis. Y él y su partido lo saben; por eso están a punto de colgar el cartel de Se reserva el derecho de admisión en la convocatoria de los mítines en los que actúa el señorito. No me negarán que no resulta contradictorio que quien aprueba una ley para proteger a los okupas frente a los legítimos propietarios de las viviendas imponga que se identifiquen con el DNI quienes quieren acceder a uno de esos mítines a los que él llega en el Falcon que le pagamos todos los españoles, queramos o no ir a escuchar sus mentiras encadenadas…
«Al que juró hasta que nadie confió en él mintió tanto que ya nadie le cree y pide prestado sin que nadie le dé, le conviene irse a donde nadie lo conozca». R. W. Emerson.
Pues eso.
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