Memorias del duque empalmado

Memorias del duque empalmado

¿Te acuerdas de los Juegos Olímpicos, Iñaki? Oh, qué tiempos, ¿verdad? Esas medallas de bronce, esos aplausos, esa infanta que obnubilada por tu belleza pregunta a su gente de confianza: “¿Quién es ese rubio?”. Pues parece que aún no se ha enterado de quién eres. Si le preguntásemos ahora mismo a ella que quién es su marido, seguro que respondería: “Lo desconozco” o “no me consta”. La costumbre, ya sabes. Pero oye, que os quiten lo bailao; con qué desparpajo pisabas la cubierta del yate, que parecía que te hubieras criado en alta mar; qué manera de ir de la playa a la piscina y de la piscina al puerto de Portals heladito en mano luciendo zapatitos náuticos y sonrisa de ganador. Y qué gozada luego contárselo el lunes a Carlos García Revenga y a los demás. Aquello era vida.

Yo sé que tú estabas seguro de que al yerno del rey no le pasaría nada. Con lo bien que estabas en tu palacete de Pedralbes, qué mala pata tener que salir por ahí a hacer vida de pseudoexiliado; que si Washington, que si Ginebra… Y luego tener que caminar hasta la puerta del juzgado de Palma como un cualquiera. Aquella frase con la que explicaste al juez tus tejemanejes es de manual: “Yo me dedicaba a lo que me dedicaba”. Hombre, Iñaki, si te ha gustado poner ceros hasta en los nombres de tus empresas (Aizoon, Nóos…). Tenías que haberle dado una vueltecita a eso. En Ginebra has tenido tiempo, no te quejarás. Allí, residiendo como turista, llevas tres años sin darle un palo al agua. Menos mal que el alquiler os lo paga La Caixa.

Qué historia la tuya, Iñaki. ¿Te acuerdas de lo de tu sordera? Sí, hombre, sí. Haz memoria.  Acuérdate de que en 1995, siendo jugador profesional de balonmano, le echaste un poco de morro al librarte de hacer la mili alegando que padecías “sordera completa”. Y fíjate que luego no ibas tan desencaminado: sólo así se explica que años después, allá por 2005, la Casa Real te dio un toque por tus chanchullos y tú hiciste oídos sordos. Ahí reconozco que justificaste tu coartada como nadie, Iñaki. Las cosas como son.

Al menos después de toda esta tormenta habéis logrado entre unos y otros que tu mujer —Infanta a pesar de todo— y tus cuatro hijos —Grandes de España— puedan disfrutar de los 322.000 euros que los españoles les vamos a devolver. Porque lo de la multa a tu mujer es más bien un regalo que os hemos hecho los ciudadanos. Ahora dicen que Cristina y los niños se mudarán a Lisboa. Tú, que estás en todo, irás de cabeza a la cárcel de Badajoz para que a la familia no le quede el trullo muy lejos de casa. Si es que eres un padrazo. Ahora que vas a tener tiempo, escribe tu historia, Iñaki. Hazme caso. El título te lo brindo yo: Memorias del duque empalmado. ¿Te gusta como suena? Ah, perdón. Olvidé que eres sordo.

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