Madrid, el obstáculo para impedir los planes de Sánchez

Madrid, el obstáculo para impedir los planes de Sánchez

Pedro Sánchez no tiene ningún otro interés que el de seguir siendo presidente del Gobierno. Es a lo que él y a su gabinete de mercadotecnia instalado en La Moncloa, dirigido por Iván Redondo, dedican todos sus esfuerzos. Los planes de Sánchez pasan, por tanto, por lograr perpetuarse en la presidencia del Gobierno tratando de desarbolar al centro-derecha y venderse, al tiempo, como un moderado -falso, por supuesto, pero su propaganda es lo que venderá- que frena a todas las fuerzas que a diario dan muestras de querer o romper la Constitución, o romper España, o ambas cosas a la vez, más bien. Es más, él tratará de hacer ver que si se alió con ellas fue para dominarlas y evitar que llegasen solas al poder. Todo es falso y cínico, pero no creo que a estas alturas a nadie le extrañe que sean dos características muy distintivas de quien ahora ocupa la cabecera del banco azul.

Dentro de esos planes, Sánchez se hace las siguientes cuentas: cuando la población esté vacunada, es obvio que el tejido productivo que haya quedado en pie se reactivará; todavía será lo suficiente como para que pueda rebotar con relativa fuerza la economía en un corto plazo y lanzar una tendencia alcista de la actividad que pueda ser impulsada con más intensidad por la llegada, en ese momento, de los fondos europeos. Todo ello, generaría, junto con el fin de la pandemia, una corriente que el Gobierno trataría de acercarla a sus posiciones con todo el poder mediático del que dispone, lanzando tres mensajes: el Gobierno ha sido responsable al tomar sus decisiones, ha salvado a la población y ha hecho que la economía se recupere.

Sánchez sabe que, lógicamente, habrá recuperación en el momento en que la vacunación completa y fondos se consigan hacer realidad, momento desde el que dispondrá de un escaso margen, porque debido a su política el tejido productivo habrá quedado muy deteriorado y, por tanto, el crecimiento estructural muy dañado, de manera que en el medio y largo plazo, sin reformas estructurales -y el Gobierno no parece que vaya a realizarlas- España podría recaer económicamente, con un crecimiento angustioso y estancado y millones de desempleados. Ese pequeño margen de impulso y bonanza puede abarcar desde el tercer trimestre de este año -si el turismo se abre más, hasta el tercer trimestre del año que viene. En ese período, Sánchez estudiará cuándo le resulta más conveniente adelantar las elecciones para tratar de que los electores voten con la emoción de una pandemia superada y una aparente actividad y empleo recobrados.

Con esos planes, confía en obtener un crecimiento muy importante y aniquilar políticamente a la oposición, haciendo que pase a la irrelevancia, de manera que pudiese afrontar una legislatura larga tras esas posibles elecciones y perpetuarse varios años más hasta que dicha oposición se recompusiese.

Para ello, Sánchez necesitaba no tener ningún obstáculo en el camino, y las regiones gobernadas por el PP podían serlo, en especial, Madrid. De esa forma, si conseguía desalojar al centro-derecha de dichos gobiernos, Galicia -mayoría absoluta del PP- poco podría hacer, y conseguiría que el centro-derecha volviese a los tiempos de AP, sin expectativas de Gobierno, sin ser reconocida como una alternativa clara para sustituir a la izquierda. Por eso, a buen seguro que se compuso la operación que, con el concurso de Ciudadanos, pretendía expulsar al PP de los gobiernos autonómicos en los que gobernaba. Especialmente importante para Sánchez era conseguirlo en uno de ellos, que no es otro que Madrid, porque la región madrileña representa todo lo contrario a las políticas de Sánchez y de la izquierda, no sólo económicamente, sino en todos los aspectos, con especial relevancia actual en el sanitario.

Ahora bien, aquí a Sánchez y a Redondo se les ha torcido el plan inicial, porque la torpeza con la que trataron de ejecutar las mociones de censura contra los gobiernos del PP ha permitido, pese a que el PP haya perdido el ayuntamiento de Murcia, que el centro-derecha haya podido conservar los gobiernos regionales amenazados. Adicionalmente, su soberbia les hizo medir mal la determinación de Ayuso al no concebir que podía adelantar las elecciones, como así ha sido. Esto último es lo que, afortunadamente, puede hacer descarrilar los planes de Sánchez.

Pedro Sánchez no resiste una comparación con Ayuso, ni el Gobierno de la nación con el Gobierno de la Comunidad de Madrid, porque las cifras madrileñas son mejores en todos los sentidos, tanto en el aspecto económico como en el sanitario. Por eso, los socialistas se están volcando en atacar a Ayuso con todo tipo de falsedades. Y esto sólo será, a buen seguro, el aperitivo de la sucia campaña que llevarán a cabo, porque si Ayuso revalida el Gobierno regional, a Sánchez se le complica su plan.

Dice Sánchez que en Madrid es donde más gente fallece y más gente se contagia. Las estadísticas globales dan a Madrid el dato mayor de estos dos registros, pero en todo el conjunto de la pandemia. ¿Por qué? Porque se incluye la primera ola de la enfermedad, es decir, el momento en el que el mando único lo detentaba el Gobierno de la nación, con Sánchez, Illa y el portavoz sanitario nacional, Simón, como únicos responsables del desastre, a los que se unía Iglesias como ineficaz gestor de las residencias de ancianos, donde hubo una auténtica tragedia de fallecidos. En los datos de las siguientes oleadas, cuando las comunidades autónomas ya tenían la responsabilidad de la gestión, Madrid ha sido de las regiones que mejor han gestionado la situación sanitaria; la que ha tenido un plan claro, como el de la realización masiva de test y las medidas por zonas básicas de salud; la que ha mantenido viva la economía mientras desde el Gobierno de España se alentaba el arruinarla con las medidas restrictivas que proponía, injustificadas, pues no hay nada que demuestre que en la hostelería se produzcan más contagios.

Atacan también a Madrid por el ritmo de vacunación, pero es la única región con una capacidad verdadera para multiplicar, de un día para otro, por cuatro o por cinco dicho ritmo, aunque para eso necesita que lleguen más vacunas, cosa que depende del Gobierno de Sánchez, elemento en el que está fracasando estrepitosamente, en lugar de preocuparse por tratar de conseguirlas en el mercado.

Y hablan de que Madrid no protege a los ciudadanos porque fomenta el turismo de borrachera, cosa que es falsa, cuando lo grave es que el Gobierno de Sánchez no haga nada para evitar que Barajas y las estaciones de tren sean un coladero donde no se realizan tantos controles de test como deberían hacerse hasta que la vacunación se haya completado.

Como digo, atacan a Ayuso porque Sánchez y la izquierda no soportan la comparación con Madrid, porque queda al descubierto toda su pésima gestión, su altísima responsabilidad en este desastre que nos asola, en el que el Gobierno de Sánchez ha destacado por ser uno de los que peor ha gestionado esta situación en todo el mundo.

Por eso, atacan a Madrid y a Ayuso, porque si Ayuso gana y gobierna, como parece que va a ser, el posible adelanto electoral de Sánchez ya no le da una seguridad tan clara de victoria; porque Madrid, motor económico de España, será comparado con el conjunto nacional, y ahí se verá que las distintas políticas dan distintos resultados, con un balance mucho más positivo para Madrid. Ahí se diluiría su plan para anular al centro-derecha. Ahí quedaría en el aire su aspiración de perpetuarse en la presidencia del Gobierno.

Las elecciones de Madrid son esenciales para impedir que la libertad retroceda, porque Sánchez, en su afán por conservar el poder, no dudaría ni medio segundo, si lo considerase necesario, en entregar a Iglesias la presidencia de la Comunidad, o en aceptar, con un Ejecutivo regional de Gabilondo, todas las políticas de empobrecimiento de la izquierda más extremista y rancia de Europa, con el concurso de Podemos, y de su escisión de Más Madrid, en el Gobierno. Madrid, con Ayuso y todo el centro-derecha, es el dique de contención para que esas políticas históricamente fracasadas no lleguen a la región capitalina. Es el obstáculo para que Sánchez no consiga ejecutar sus planes.

Ayuso o Sánchez; Ruiz Escudero o Illa; Antonio Zapatero o Simón; libertad educativa o ‘ley Celaá’; prosperidad o pobreza; empleo o paro; impuestos bajos o confiscación tributaria; equilibrio o deuda. En definitiva, libertad o comunismo, respectivamente. Los madrileños tienen la palabra.

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