La brutal matanza republicana de los pozos de La Lagarta y Cantavieja: «Durante horas se escuchaban los gritos»
Una investigación del catedrático Javier Paredes documenta uno de los episodios más crueles de la Guerra Civil
Socialistas, comunistas y anarquistas arrojaron a sacerdotes, religiosos y civiles a dos pozos de Almería

La represión en la retaguardia durante la Guerra Civil española dejó episodios de una crueldad difícilmente imaginable. Entre los más atroces se encuentran las matanzas de los pozos de La Lagarta y Cantavieja, en las localidades almerienses de Tabernas y Tahal, respectivamente, donde socialistas, comunistas y anarquistas asesinaron a 152 personas entre julio y septiembre de 1936. Una exhaustiva investigación del catedrático Javier Paredes, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá, reconstruye con detalle lo ocurrido en aquellos días de terror.
Durante el mes de septiembre de 1936, los milicianos del Frente Popular llevaron a cabo siete sacas de prisioneros desde las cárceles de Almería y los buques-prisión, siendo el más tristemente célebre el mercante Astoy-Mendi. Las víctimas fueron transportadas hasta estos dos pozos, distantes entre sí poco más de 20 kilómetros, donde fueron ejecutadas y arrojadas a la profundidad.
El horror del pozo de La Lagarta
El pozo de La Lagarta, en Tabernas, era un antiguo pozo seco de noria que carecía de brocal. Esta característica convertía el lugar en un escenario de horror: las víctimas eran colocadas al borde del pozo, donde recibían la descarga de los fusiles y al desplomarse caían a las profundidades. Todos llegaron con las manos atadas a la espalda con cuerdas de esparto.
El método de ejecución resultaba especialmente cruel. Algunos prisioneros no morían por los impactos de bala y caían vivos al pozo. Durante horas, según documentan los testimonios recogidos por Paredes, adelantados en Hispanidad.com, se escuchaban los gritos de agonía que salían desde las profundidades del pozo, en un testimonio escalofriante del sufrimiento de aquellas víctimas.

La exhumación: 26 metros de horror
En febrero de 1941, cuatro años y medio después de las matanzas, se procedió a la exhumación de los cadáveres del pozo de La Lagarta. El proceso reveló la magnitud del horror: el pozo tenía 26 metros de profundidad y en el fondo se encontró una capa de piedras cohesionadas con la sangre de los asesinados, que había escurrido hasta el fondo formando una macabra argamasa.

El alcalde de Tabernas, Rafael Gimeno, levantó acta detallada de cada exhumación, documentando las prendas que llevaban los cadáveres, las cuerdas de esparto con las que tenían atadas las manos y cualquier objeto personal que permitiera su identificación. Estas actas, conservadas en la Causa General de Almería, constituyen un testimonio estremecedor de lo ocurrido.

El martirio de los sacerdotes
La investigación de Paredes pone de manifiesto que buena parte de estas ejecuciones tuvieron el carácter de persecución religiosa. Entre las 44 víctimas del pozo de La Lagarta cuyos restos fueron documentados en las actas de exhumación, un número significativo eran sacerdotes, religiosos y seminaristas que fueron asesinados por el mero hecho de su condición.
El caso del padre jesuita Manuel Luque Fontanilla resulta especialmente conmovedor. Conocido en Almería como «el padre de los pobres», fue arrojado al pozo con 86 años de edad, con las manos atadas a la espalda. Su cadáver, identificado por las iniciales M.L. en sus ropas y por un diente de oro, fue reconocido por quienes habían compartido con él los últimos días en el buque-prisión Astoy-Mendi.

El sacerdote José Gómez Matarín, antes de ser ejecutado, se giró hacia sus verdugos y les dijo: «No sabéis lo que hacéis, permitid que os bendiga». Enrique López Ruiz, cuando no pronunciaron su nombre durante una saca de sacerdotes, se puso en pie voluntariamente para identificarse como presbítero, diciendo: «No puedo, Cristo me llama».
El reconocimiento de la Iglesia
La brutalidad de estos asesinatos y el testimonio de fe de muchas de las víctimas ha llevado a la Iglesia Católica a reconocer su martirio. Un total de 27 de las víctimas del pozo de La Lagarta han sido beatificadas: la mayoría el 25 de marzo de 2017, tres hermanos de La Salle el 10 de octubre de 1993, y el padre dominico Tomás Morales Morales el 18 de junio de 2022.
Las cifras de la barbarie
En total, durante las siete sacas documentadas entre julio y septiembre de 1936, fueron asesinadas 152 personas. De ellas, 108 fueron arrojadas al pozo de Cantavieja y 44 al pozo de La Lagarta. Las fechas de las sacas fueron: 31 de julio (31 víctimas), 1 de septiembre (5), 3 de septiembre (2), 10 de septiembre (6), 13 de septiembre (21), 16 de septiembre (40) y 26 de septiembre (47).