Madrid, Cataluña y la ley del embudo de Sánchez

Madrid, Cataluña y la ley del embudo de Sánchez

El pasado octubre, Sánchez impuso un estado de alarma selectivo y discrecional en Madrid con el argumento de que el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso era incapaz de arbitrar medidas efectivas ante el riesgo sanitario que suponía que la incidencia de casos por 100.000 habitantes superara el umbral de los 500. Esa era la cifra con la que Sánchez justificó intervenir Madrid, que en esos momentos aplicaba medidas de restricción por áreas que estaban dando resultados. Poco le importó al Gobierno socialcomunista, que aprovechó la situación para pegar una patada a Ayuso en el trasero de los madrileños. Como la vida da muchas vueltas y el destino es caprichoso, ahora resulta que Cataluña ha superado el umbral de 500 casos por cada 100.000 habitantes, pero por supuesto Sánchez no aplicará a Cataluña idéntico rasero. Será ‘indultada’, porque políticamente le conviene. El agravio sufrido por los madrileños resulta evidente. Visto con perspectiva, Sánchez decidió castigar a Madrid dentro de una estrategia de acoso y derribo contra Ayuso que fue tan evidente y grosera que los madrileños fueron a las urnas el 4M dispuestos a vengar la afrenta del Gobierno.

Los datos aportados por el servicio epidemiológico catalán revelan que el virus está fuera de control, con un riesgo de rebrote de 1.460 puntos, récord absoluto, pues en los peores momentos de la pandemia superó ligeramente los 700 puntos. O sea, la situación es objetivamente mucho peor. Y, sin embargo, el presidente del Gobierno ha decidido lavarse las manos. Lo que demuestra que cuando se justificaba en razones de salud pública para intervenir Madrid mentía. Eran razones políticas. Las mismas razones políticas que le llevan ahora a no plantearse un estado de alarma en Cataluña. Esa ha sido su estrategia desde el principio. Moverse por estrictos criterios partidistas. De ahí que estemos como estamos. Somos el país de la UE con peores datos y mayor riesgo de contagios por la sencilla razón de que es difícil encontrar una nación comunitaria con un Gobierno más nefasto.

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