Madrid, la boa y la locomotora

Madrid, la boa y la locomotora

En vez de centrarse en desgranar sus propuestas de legislatura en el debate electoral de Telemadrid, los candidatos de la izquierda se obsesionaron con tratar de atraer con sus odiosos ataques personales a Isabel Diaz Ayuso a una pelea en el fango. De ahí que apenas supieran los espectadores de las medidas de sus partidos frente al modelo de Ayuso, que ya los derrotó hace dos años.

Aunque quizás era eso precisamente lo que querían para que los madrileños no supieran cuánto les va a tocar pagar con las agudezas de la izquierda, que ya sólo con la idea de distribuir por las calles centenares de dispensadores públicos de crema solar demuestra lo muy achicharrada que puede estar, y no precisamente por el sol sino por su lejanía respecto de los intereses de los ciudadanos.

Madrid es hoy el motor económico de España. Lidera la generación de empleo y la creación de empresas. Atrae más del 60% de la inversión extranjera en nuestro país. Encabeza los indicadores de calidad de los servicios públicos, sobre todo en Sanidad, con seis hospitales públicos en el ranking de los diez mejores de España, y que atienden a numerosos pacientes de otras autonomías. Además de ser la única que no tiene impuestos propios, Madrid es la región más solidaria, porque es la que más aporta al fondo con el que se costean los servicios públicos de otras comunidades.

El liderazgo y la fortaleza de Madrid se fundamentan en tres principios que los gobiernos del PP han mantenido en los últimos veinte años: política de bajos impuestos, que ha generado mayor recaudación; estabilidad y seguridad jurídicas; y eliminación de trabas burocráticas para atraer inversión e impulsar el emprendimiento. El compromiso de Ayuso ante las urnas de este domingo es seguir mejorando el modelo de Madrid como ejemplo de las políticas que se está perdiendo España.

Un modelo que antepone la libertad de los madrileños. Que garantiza la libre elección de médico, hospital o personal de enfermería. Que asegura la de los padres a la hora de elegir la educación que quieren para sus hijos. O que respeta a quienes quieren disfrutar de la herencia de sus familiares sin que las obligaciones fiscales les fuercen a renunciar al legado que ganaron sus antecesores con sudor y esfuerzo.

Todo el mundo entiende que se refuercen y amplíen plantillas en servicios esenciales, que se mejoren sus condiciones laborales y sus empleos sean estables, como está haciendo Ayuso con el personal sanitario. Lo mismo que se comprende que el gobierno regional construya nuevos centros de salud, colegios o institutos de secundaria, reforme hospitales, amplíe el Metro o establezca nuevas prestaciones en la carta de servicios sanitarios o sociales para atender a demandas nuevas o crecientes.

Como es también justificable que en el decisivo reto por la digitalización se apueste por abrir nuevos centros regionales de innovación como son los de formación digital, logística digital del transporte o hubs digitales, con el fin de propulsar una economía competitiva, generadora de empleo y talento que llegue a alcanzar el 40% del PIB madrileño, como ha propuesto Ayuso.

Ante este modelo, tenemos a una izquierda que antepone el interés de un poder político cada vez más intrusivo y a la vez más expansivo en el espacio privado de los ciudadanos, a los que trata de imponer no sólo un modo de ver y entender la vida, o incluso de recordar el pasado, sino que es también invasivo en su economía y su patrimonio para forzarle a tomar decisiones que incluso le perjudican, como renunciar a alquilar su casa por la cuenta que les trae el Gobierno de Sánchez.

La izquierda en Madrid, como en toda España, confunde la defensa de lo público con el gigantismo de lo público. Tiene la imperiosa determinación de que lo público acabe por hacerse omnipresente en todos los órdenes de la vida de los ciudadanos, hasta que la libertad y la iniciativa individual queden finalmente sometidas al yugo del estatismo. Nada nuevo bajo el sol en los paraísos del socialismo hiperreal.

Al estudiar los programas electorales de Más Madrid, PSOE, Podemos y Recupera Madrid para la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid me he acordado de la boa de El Principito, de Saint-Exupéry. El estatismo es insaciable, y le cabe dentro del estómago hasta una economía fuerte y dinámica como la de la Comunidad de Madrid, de manera que parezca que la serpiente se ha tragado sólo un sombrero, cuando lo que puede llegar a devorar es la pujanza y dinamismo de una región que hoy es la locomotora económica de España, que crea cerca del 20% de la riqueza nacional y lidera la renta per cápita.

Hagan la prueba y repasen los programas de los cuatro partidos citados para las elecciones de este domingo. Ahí se encontrarán propuestas para crear no menos de 26 empresas públicas, entre supermercados, farmacéuticas, bancos y editoriales; 27 oficinas autonómicas y municipales de todo cariz; 24 observatorios; 22 consorcios, institutos oficiales, consejos, organismos autónomos, defensorías…; 18 agencias de toda índole; 12 museos y centros de interpretación; y hasta 3 fondos de inversión.

¡Más de 130 organismos públicos de nueva creación sólo en la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid!  Y sin contar los que propondrán en cada municipio, que allí confieso que mi curiosidad no daba para más, como tampoco mi vértigo…

Porque imagínense el coste de más de un centenar de nuevas entidades públicas… Ni que la izquierda fuera el Rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro, cuando es todo lo contrario: ahí tienen a Correos, con 200 millones de pérdidas en 2022, en pleno boom de la paquetería.

Pero para eso la izquierda lleva también en sus programas subir impuestos. Alguien ha de pagar la fiesta, su fiesta: los contribuyentes, las familias, los autónomos, las pymes… Sólo la apuesta de Mónica García es que los madrileños paguen cerca de 3.000 millones de euros más en impuestos.

Ahí tienen a la boa de El Principito, dispuesta a tragarse al elefante o incluso a una locomotora: la que es Madrid para la economía, la inversión, el empleo, los servicios públicos, la solidaridad y la esperanza de toda España. Esperemos que desde este domingo la locomotora siga su camino con más empuje todavía.

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