OPINIÓN

Lo que esconde el caso de abuso sexual de Maria Kovalchuk

Lo que esconde el caso de abuso sexual de Maria Kovalchuk

El 9 de marzo, una muchacha ucraniana de veinte años de edad, Maria Kovalchuk, dejó su hotel en Dubai para asistir a una fiesta lujosa, en compañía de dos hombres de una agencia de modelos. Se esfumó durante varios días y no subió al vuelo que tenía reservado para viajar a Tailandia. Por fin, fue encontrada el día 20 de marzo en el arcén de una carretera del emirato árabe.
Tenía los brazos, las piernas y la columna rotos y estaba sin teléfono ni bolso.

La policía local sostiene que entró en un edificio en construcción y se cayó desde una altura. No era más que un accidente cometido por una chica imprudente. Su madre, que se trasladó desde Noruega, viajó para estar a su lado. Marina ha pasado por varias operaciones y parece que sobrevivirá, aunque con graves lesiones. La joven, conocida por su actividad en OnlyFans, la plataforma que se define “de contenido porno soft para adultos”, por ahora no puede hablar para contar qué le ocurrió… y seguramente no lo hará, al menos mientras esté en Dubai.

Su horrible destino debería servirnos para intentar levantar el velo que oculta uno de los grandes secretos de nuestra época y de todas las épocas: ¿a qué dedican sus esfuerzos y su tiempo los poderosos? Desde luego, a amontonar más dinero. ¿Y una vez que ya tienen suficiente o, al menos, tanto que no necesitan preocuparse por él y entregan la gestión a unos empleados? En unas ocasiones, se ocupan en hacer el bien a la vista de todos, para ser admirados y respetados, como si estuvieran en palcos de ópera: acuden a cumbres contra el cambio climático, pagan vacunaciones, donan bibliotecas, reciben títulos nobiliarios o condecoraciones, compran equipos deportivos…

También buscan más poder y por eso financian a partidos políticos y candidatos, adquieren periódicos y televisiones. Y, por supuesto se relacionan entre ellos, para formar un club exclusivo discreto donde compartir inversiones, matrimonios, consejos, coaches, gurús y hasta vicios.
¿Y qué les puede gustar más a los que gozan de poder suficiente para garantizarse la impunidad que desafiar los tabúes humanos y romper las leyes, o, en otras palabras, convertir en juguetes a sus semejantes y dar rienda suelta a todas sus perversiones?

Uno de esos lugares al margen de la sociedad donde la súper élite se desfogaba es la isla-burdel del financiero Jeffrey Epstein y de su amante, Ghislaine Maxwell. A ella acudían políticos, financieros, artistas y personajes del famoseo, a los que ofrecían jovencitas. Aunque el FBI investigó a Epstein en varias ocasiones, contaba con protectores que le encubrieron durante varios años; fuese por complicidad o por chantaje. Al final, el escándalo fue tan grande que en 2019 se le detuvo por tráfico sexual de menores. Se suicidó (según la investigación oficial) en su celda de la cárcel de Nueva York, en un momento en que las cámaras de seguridad no le grababan y sin que se dieran cuenta los dos vigilantes que debían cuidarle. Después de pasar unos meses en una incomprensible libertad, Ghislaine Maxwell, fue detenida en 2020 y juzgada. El tribunal le condenó a veinte años de prisión por, entre otros cargos, prostitución infantil y tráfico humano.

La lista de los visitantes de la propiedad de Epstein en las islas Vírgenes ha sido uno de los grandes secretos de estos últimos años y tema de discusión en todos los fotos consagrados a las conspiraciones. Donald Trump se comprometió a hacerla pública una vez volviese a la Casa Blanca, aunque todavía no ha cumplido. Se conocen, sin embargo, a algunos de los asistentes, como el príncipe Andrés, hermano del rey Carlos III, y el ex presidente Bill Clinton. A este último no le ha perjudicado saberse que fue un pederasta, pues sigue siendo invitado a fiestas (ayudó a Joe Biden a recaudar fondos para la campaña electoral el año pasado) y mantiene sus honores. He aquí la impunidad que mencionamos.

La desgracia que ha sufrido Maria Kovalchuk está sirviendo como confirmación del rumor de las fiestas “Porta Potty”, orgías donde varios hombres someten a una mujer a todo tipo de violaciones y depravaciones, incluso con daño para su salud. Una de las regiones donde estas perversiones son más frecuentes es el golfo Pérsico, cuyos habitantes pasaron, gracias al petróleo, de la miseria a la opulencia en unas pocas décadas. En los Emiratos Árabes Unidos, que no es un centro de la moda, abundan las agencias de modelos y las mujeres jóvenes y hermosas.

Maria contó a sus amistades que viajaba a Dubai para asistir a una fiesta elitista, con personalidades de los Emiratos y del sector del modelaje. Luego, desapareció durante días. ¿Fue secuestrada y sometida a esclavitud sexual?
Semejante desprecio a las mujeres es muy parecido al que demostraron las bandas de violadores de origen paquistaní establecidos en el Reino Unido y que la policía y las autoridades de las ciudades donde actuaron, como Manchester, Rotherham, Telford y Rochdale, ocultaron durante años.

Los europeos deberían plantearse si de verdad merece la pena invitar a sus naciones a este tipo de individuos provenientes de Asia, sea por su riqueza, sea porque “vienen a pagarnos las pensiones”, que parecen reducir a las mujeres, sobre todo las europeas, a la condición de objetos sexuales.

En España, padecemos la hipocresía de que el partido que ha introducido el feminismo y las cuotas femeninas en sus estatutos y que pretende ilegalizar la prostitución cuenta en sus filas con notorios demandantes de ese oficio. Encima, los puteros recurren a fondos públicos para pagarse sus vicios. Pero por lo menos estamos más civilizados que algunos árabes ricos. Las prostitutas del diputado José Luis Ábalos y de sus amigos acabaron como asalariadas en empresas públicas, no arrojadas a un arcén con los huesos rotos, como perros atropellados.

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