Lo de Griñán parece un indulto encubierto
La pregunta es de cajón: si el ex viceconsejero de Empleo de la Junta de Andalucía Agustín Barberá ha ingresado en prisión para cumplir su condena de siete años por el caso de los ERE, al considerar la Audiencia de Sevilla que en la cárcel puede recibir el tratamiento del cáncer que padece, ¿por qué el ex presidente de la Junta José Antonio Griñán, enfermo igualmente de cáncer de próstata, es el único ex dirigente condenado a prisión por el delito de malversación que permanece todavía en libertad? No se trata de desear la cárcel para nadie, sino de denunciar que en idénticas circunstancias de salud, o incluso más graves (recuérdese a Eduardo Zaplana), otros condenados no tuvieron tanta suerte como el que fuera presidente socialista del Gobierno andaluz, que sigue recibiendo tratamiento de radioterapia en su domicilio. La Audiencia de Sevilla ha pedido a la defensa de Griñán que informe de la conclusión del tratamiento para tomar una decisión sobre su ingreso en la cárcel, pero esta medida ya es de por sí suficientemente explícita para concluir que no se está tratando a todos los condenados con el mismo rasero.
Sobre todo porque la propia Audiencia de Sevilla, a la hora de ordenar el ingreso en prisión de Barberá, expuso que no padece «una grave enfermedad cuya permanencia en prisión suponga un riesgo para su vida», ya que, aunque el cáncer es incurable, el tratamiento puede ser dispensado en el centro penitenciario «con las revisiones hospitalarias a que deba ser sometido». En la actualidad, se dispensan 535 sesiones de radioterapia al año a los distintos presos necesitados de la misma, pero Griñán se trata el cáncer en su casa. Que el ex viceconsejero Barberá entre en prisión enfermo de un cáncer incurable para seguir recibiendo tratamiento en el centro penitenciario y Griñán pueda seguir en libertad hasta que concluya sus sesiones de radioterapia es, sencillamente, inexplicable. Será por aquello de apellidarse Griñán y ser del PSOE. Esto parece un indulto encubierto.
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