Libertad y pantallas
Cada vez es más frecuente la siguiente escena en los restaurantes: unos padres hablando tranquilamente, despreocupados de sus hijos, que están frente al móvil.
Estos niños no oyen la conversación, no participan, no opinan, es como si sólo ocuparan un asiento físicamente, pero mentalmente no están allí. Lo peor, es que muchas veces los padres se encuentran haciendo lo mismo en su móvil.
Lo que no saben estos padres es que están fomentando en mentes que apenas se están abriendo al mundo (quién no ha visto niños de meses pegados a las pantallas) uno de los mayores trastornos mentales que hoy están afectando a los más jóvenes: la adicción a los videojuegos. Tal es el problema, que incluso la OMS lo ha declarado desde 2018 una enfermedad mental, y está clasificado dentro de los comportamientos adictivos.
La industria de los videojuegos es una de las más avanzadas tecnológicamente, ya que busca que la experiencia de juego sea cada vez más “real”, interactiva e impactante. Sin embargo, mas allá de la técnica, lo que realmente genera el enganche, es la psicología conductista de refuerzos y castigos con los que son desarrollados.
Cada juego contiene una historia con etapas a superar, que implican un “esfuerzo”, y cada vez que se supera una etapa, se estimula al jugador felicitándole y dándole premios. Hasta aquí no habría problema alguno. Las complicaciones surgen cuando las personas no logran disociar el juego de la realidad, y esperan tener la misma estimulación de forma recurrente en la vida diaria.
Esta es una de las razones por la cual cientos de personas se sienten frustradas en sus trabajos y en las relaciones sociales, ya que siempre están buscando el reconocimiento y la recompensa rápida. Buena muestra de ello son las redes sociales.
Los síntomas de la adicción a los videojuegos –en su gran mayoría- son los mismos que los de la adicción a las drogas, ya que ambas cumplen la misma función: estimular la segregación de dopamina, o la llamada hormona de la felicidad.
Algunos de los rasgos comunes de dichas adicciones son la depresión, la dificultad para relacionarse socialmente, la soledad, el aislamiento, el bajo rendimiento escolar, las conductas agresivas, la ira, o pérdida de la noción del tiempo, entre otros.
Lo paradójico del tema es que en el caso de los videojuegos, son los mismos padres quienes compran los smartphones y los juegos a sus hijos. O sea, son los padres quienes están promoviendo la adicción entre sus hijos.
Pero cuidado, no comencemos a demonizar a los videojuegos per se, cuando el verdadero problema es la actitud que se tiene en relación con ellos.
En China por ejemplo, el gobierno aprobó una medida sin precedentes: los adolescentes solo podrán jugar 3 horas por semana. Como en Occidente sería imposible pensar en una medida como ésta, porque para muchos atentaría contra la libertad, son los padres los que deben ejercer el control del tiempo en el uso que hacen sus hijos de las pantallas.
Así que este mensaje va para ellos. Padres: es muy fácil hablar del derecho a la libertad que sin duda reivindicarán vuestros hijos. Pero el quid del asunto radica en los deberes que conlleva la libertad. Y como la mejor forma de educar es con el ejemplo, la próxima vez que tú y tus hijos estéis frente a una pantalla, corta y aprovecha para hablarle y generar valores a ese humano que tienes en frente.
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