«Joderse la vida»: manual para pijoprogres

«Joderse la vida»: manual para pijoprogres

Hay una superstición que comparten tanto la izquierda como la derecha y es que si alguien causa un daño a terceros “por sus ideas” será menos delincuente que quien lo haga por sus intereses egoístas. ¿Es así?

Estos días tenemos un caso práctico que ilustra muy bien ese tipo de falacia. Ha dado mucho que hablar la entrevista que el periodista Fernando González ‘Gonzo’ realizó a Pablo Iglesias el pasado sábado en el programa Salvados de La Sexta. Nuestro vicepresidente segundo del Gobierno, cada vez más parecido a una madura señora japonesa con tocado de geisha, recogió la equiparación que el presentador hizo entre nuestro fugado en maletero más famoso, el ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont, y los exiliados de la dictadura franquista. Y sus reflexiones ilustran muy bien esa izquierda que Pedro Sánchez eligió como compañeros de viaje.

Ya sabíamos que el líder de Podemos considera un «fugado» al Rey emérito Juan Carlos I, que se marchó sin dar explicaciones tras el escándalo de su dinero hallado en Suiza, y «exiliado» a quien escapó a Bélgica huyendo de la justicia española por el 1-O. Por eso respondió que considera las acciones de ambos personajes como guiadas por una total y absoluta distancia moral. El Rey emérito atesoró riqueza de forma presuntamente ilegal para disfrute propio, de su familia y, sobre todo, de sus amigas más entrañables. Carles Puigdemont, dijo, «si está en Bruselas no es por haber robado dinero a nadie ni por haber intentado enriquecerse, sino por llevar sus ideas políticas hasta un extremo y por vías, a mi juicio, erróneas y que no tienen por qué ser indiferentes al derecho».

Obviemos por un momento la forma eufemística de referirse al delito en cuestión. Que no use calificativos como «delictivo» o «criminal», que no ha tenido empacho hasta ahora en aplicar a reos menos apreciados, sino otro tan neutro y poco comprometido como «indiferente al derecho» es francamente jugoso. Pero no nos detengamos ahí. Vayamos a la consideración moral. Pablo Iglesias juzga adecuado comparar ambos «exilios» pues Puigdemont «se ha jodido la vida para siempre por sus ideas políticas».

Durante años hemos visto cómo todo tipo de delincuentes políticos, desde golpistas de medio pelo como Puigdemont a perfectos asesinos como los terroristas de ETA eran disculpados por píos analistas que añadían el corolario del «pero lo hicieron por sus ideas». Y al parecer esas ideas, valores, principios, sueños, utopías eran tan grandes y tan dignos que, de alguna forma, valió la pena. Que las víctimas lo eran menos pues no morían como consecuencia de un golpe ciego del destino, un terremoto, un accidente ferroviario, una explosión de gas. Había ahí un plus, una intención, la mano ejecutora de quien quiere cambiar el mundo para bien. Incluso -o sobre todo- para sus propias víctimas.

Quienes sufrieron las consecuencias del terror lo hicieron porque algunos llevaron, y son palabras de Pablo Iglesias, «sus ideas políticas hasta un extremo» y por vías «indiferentes al derecho». Vamos, que al final las víctimas aún tendrán que dar las gracias. Sus muertes no fueron en vano como lo hubieran sido de vivirlas hasta cuando les tocase sin más gloria y solemnidad. A alguien con muy buenas intenciones se le fue la mano. Punto. Moralmente, poco que decir. Un puro sarcasmo.

Puigdemont no buscó «enriquecerse» sino dinamitar la Ley para seguir disfrutando de unos privilegios con los que ni en sueños hubiera contado en su vida anterior. Y, puestos a «joder» vidas, ¿a quién se la ha jodido más Puigdemont, a sí mismo o a los ciudadanos de Cataluña?

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