Un jeta es tan pernicioso como un corrupto
Ejemplaridad y políticos deberían ser sinónimos. Una condición sine qua non a cumplir en todos los partidos, pero muy especialmente en aquéllos que aparecieron hace sólo unos años y se anunciaron como paradigma de la «nueva política». Si hay una formación que no se cansa de hacer justo lo contrario de lo que pregona, esa es Podemos. Tienen un discurso trufado de fatuidad y con la consistencia del cartón piedra, da igual la región o ciudad donde desempeñen su labor. Casos como el del gallego Xan Duro son la prueba. El concejal de Tráfico de Santiago de Compostela actúa como un cara dura tras quitarse una multa de 400 euros, pero además se ríe de los ciudadanos con las explicaciones.
La corrupción política siempre se asienta en la mentira. Eso también incumbe a los jetas. Duro eliminó una multa de tráfico contra sí mismo aprovechando su cargo en el consistorio compostelano. Los podemitas consiguen hacer actual la frase del siglo XVII que se le atribuye a Carlos I de Inglaterra: «La democracia es una broma griega». Una broma sin gracia, habría que añadir, ya que se juega con la confianza de los ciudadanos. Y es que, además, Xan Duro argumentó que todo se debía a un error… un error que, como por arte de magia, lo llevó a eliminar justamente el cargo del parte que lo incumbía. Las casualidades no existen, muchos menos en política.
Los ciudadanos de Santiago, y también los del resto de España, deben tomar buena nota de la nula categoría moral de los que dicen estar en política para luchar por las «clases populares». ¿Qué tipo de concejal elimina el castigo por la infracción que él mismo cometió? ¿Cómo se pueden sostener después unas explicaciones tan pueriles? Toda esta historia es más propia de una película de Luis García Berlanga que de la España europea y de futuro que debería alumbrar las acciones de nuestros políticos. El populismo era esto: radicalismo, surrealismo gestor y mucha cara dura.