La izquierda conspiranoica

La izquierda conspiranoica

La extrema izquierda lleva años erigiendo el perfecto caldo de cultivo que le garantice la supervivencia de su discurso del odio frente a los fantasmas del facherío, fachas e hijos del franquismo (Iglesias sic). Realmente teniendo en cuenta que hace 130 años que nació el anterior jefe del Estado habría que hablar más de tatataranietos. Pero pueden pasar décadas que los comunistas en el Gobierno seguirán hablando de sus descendientes inmediatos a falta de otros personajes con los que disimular su vena totalitaria, ocultar su torpeza intelectual y su verdadera incompetencia como gestores públicos. Los delirios conspiranoicos de la izquierda no son nuevos. Hace 100 años veían fantasmas de Fernando VII por todos los rincones o lo creían reencarnado en muchos de los políticos de la derecha española. Daba igual que el monarca hubiera dejado el trono hacía un siglo, el mismo tiempo que el transcurrido desde su muerte, pero la agitación de su nombre bastaba para movilizar a una parte de la población española.

Resulta cínico, a la par que miserable, que Pablo Iglesias, fiel seguidor de dos de los regímenes totalitarios más perversos en la actualidad como son Venezuela e Irán, vaya de adalid de la defensa del Estado de Derecho. No le ha importado nunca la libertad en aquellos pueblos donde ponía el cazo para cobrar de su aparato represor y, actualmente, sigue siendo un recurso dialéctico para construir sus teorías de la conspiración, para batir a la oposición política, para atacar a las Fuerzas Armadas y a los Cuerpos de Seguridad del Estado, para buscar escabel en las masas, y para “asaltar los cielos”. Porque no lo olvidemos, para la extrema izquierda la democracia es un paso intermedio, es un instrumento estratégico que además de pisar moqueta y coche oficial permite destruir las instituciones con la táctica de la penetración pacífica. Lo mismo que en 1868 y el golpe de estado de Prim que acabó con el reinado de Isabel II.

Pablo Iglesias recurre a sus fieles más modorros para perpetuar su relato conspiranoico. Cuanto menos cultivada sea la persona, más palafrenera se convierte del líder comunista. Irene Montero pertenece a dicho grupo. Qué tendrá que ver la oposición a Franco con la democracia. Su suegro militaba en una organización cuya máxima aspiración era importar la revolución maoísta a España. Su modelo era entonces Albania, como ahora lo es Venezuela para ella y para el ufano de su marido. Es decir, un totalitarismo de izquierdas similar al que querían implantar los terroristas de la ETA. Pero ella, coleccionista de sobres de azúcar con citas, reitera dicho enfoque desde primera hora del viernes por si hay algún ignorante de izquierdas necesitado de la dosis ideológica de la mañana.

Lo escribí en estas mismas líneas hace unos meses. Los golpes de estado en la actualidad no son cosa de los militares, sino de los políticos en el poder. Son los llamados “autogolpes” o “golpes postmodernos”. En el primer grupo cabe situar a Hugo Chávez y a su sucesor Nicolás Maduro, quienes tras la llegada al poder por medios democráticos se encargan de erosionar todas las instituciones democráticas para perpetuarse en el poder. En el caso de los “golpes postmodernos” lo que se hace es lo mismo, pero con la colaboración de una parte de la sociedad civil (el 1-O catalán encaja en este modelo).

El líder podemita lleva meses atizando a los jueces, no olvidemos que le supuso una carta de protesta del CGPJ, y ahora vierte toda su inquina no sólo contra la oposición democrática representativa de millones de españoles, sino contra dos de las instituciones que gozan de mayor respeto y credibilidad por parte de los españoles: los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y las Fuerzas Armadas. Todo el desprestigio acumulado por la gestión de la crisis del coronavirus en este Gobierno, se ha convertido en respeto y apoyo ciudadano para el Ejército, Policía y Guardia Civil por su labor realizada en la desinfección de residencias, colegios, hospitales y municipios. Después de los sanitarios son los colectivos más valorados durante la pandemia por los españoles. Y eso irrita sobremanera a Iglesias. Al amigo de los golpistas. Pero esa es la lamentable casta que nos gobierna y a la que, con esa clase de conductas, muestra lo poco que le importa la reconstrucción de España tras el ‘tsunami’ del coronavirus.

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