‘La Internacional’ con cejas depiladas

Pedro Sánchez
  • Carla de la Lá
  • Escritora, periodista y profesora de la Universidad San Pablo CEU. Directora de la agencia Globe Comunicación en Madrid. Escribo sobre política y estilo de vida.

Este fin de semana el líder del PSOE ha cantado La Internacional, compuesta para llamar a la lucha contra la opresión y la injusticia, con el puño, de manicura, en alto. Algo no encaja. No es la letra revolucionaria, ni el eco de sus estrofas en un auditorio moderno de Sevilla, donde los únicos proletarios son los técnicos de sonido. Es él, Pedro. La mejor descripción que he escuchado de Pedro Sánchez me la dio una amiga: «Es un guapo random, de recorte de prensa dentro de portarretrato de plata en muestrario de decoración». Ya saben, un guapo sin rostro. Que ya luce como si un alienígena con acceso ilimitado a neuromoduladores.

En efecto, si un político cuya familia está imputada por beneficiarse económicamente de su posición de poder, canta La internacional, genera una evidente trivialización; y ¿cómo puede alguien que forma parte de las estructuras de privilegio y, presuntamente, del abuso del sistema, proclamarse representante de la igualdad de oportunidades, la equidad social y lucha obrera?

Sin embargo, lo que más desafina con los valores de este himno traducido a todos los idiomas, no es la solemnidad con la que pretende interpretarla, con su brother, su churri y su alférez imputados… Para mí lo es la obsesión del político y su pareja por la medicina estética, que aunque en sí misma no es reprochable, en absoluto, colisiona sin airbags, decapitando los ideales de La internacional, que fuera de toda controversia apela a la autenticidad y la economía.

En efecto, Pedro Sánchez, igual que otros muchos hombres poderosos y divos (como Miguel Bosé), ha pasado por el diván del botox donde, ¡hola hemeroteca!, las que fueron cicatrices de acné parecen completamente abolidas.

Pero volvamos a La Internacional, ese canto que une a trabajadores del mundo desde 1871 por el derrocamiento de las élites… La letra, escrita por Eugène Pottier durante la Comuna de París, fue un grito emocionante y desesperado. Los versos, reinterpretados por generaciones, incluyen frases como «ni en dioses, reyes ni tribunos está el supremo salvador». En otras palabras, la salvación no viene de un líder sino de la fuerza colectiva. Una ironía cariñosa cuando es entonada por alguien con una imagen cuidadosamente esculpida, tribuno mitológico más que camarada proletario. Stalin mandó cambiar algunos versos en ruso porque le parecían demasiado subversivos, incluso para él, sensible a cualquier mensaje que pudiera incitar a la disidencia o cuestionar su autoridad.

Vivimos en una era donde el culto al ombligo propio no perdona ni a los presidentes ni a los ciudadanos. En el caso de Sánchez, los retoques empiezan a cantar y bailar también como símbolo de su época; y su figura, ya es un recordatorio de que nadie está libre de inseguridades físicas. Incluso los que deberían concentrarse en liderar cambios estructurales, también libran la batalla más ridícula, contra el envejecimiento y la autoimagen: ¡El yo aparente!. Y toda esa autopercepción tan (tierna) Tony Manero.

Pero, vuelvo sobre el video: «¿Qué hace esta pareja perfectamente pulida hablándonos de proletarios y luchas obreras? Pottier, divertido desde su tumba, aceptará que ¡las prioridades han cambiado! ¡Y qué planta!-dirá-. ¡Y qué primeros planos de galán se están perdiendo las telenovelas turcas (también daría la talla en las latinas, por supuesto)!».

¡Y el gobierno cantando al completo! Todos artistas de variedades reconocidos y bien pagados, como cantantes de operación triunfo que hubieran llegado donde están por ser un producto de entretenimiento o marketing, más que por haber ganado ese estatus desde el trabajo y la honestidad.

Sacerdotes, socialistas, aliades, coaches… Lo que los une (y satiriza) es su condición de humanos, donde, fuera de lo emocional, no se puede tomar una en serio el virtuosismo de ninguno.

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