Insufrible carestía para sobrevivir, ese bulo facha
La ministra Calviño está empeñada en convencer al personal de que la economía va como un tiro. Que en su cesta de la compra se nota la bajada de la inflación y que las medidas económicas tomadas por el Gobierno (es decir, ella) son alabadas por doquier.
No entraré siquiera en criticar sus medidas. Habrá que limitarse a la cesta de la compra del vulgo/pueblo o pueblo vulgo, entre los que se encuentra el que esto escribe. No veo una merma siquiera aproximada a que la cosa mejora, se lo digo con todo cariño. No es verdad que sea fácil vivir en la España de Sánchez, mucho menos para las clases medias y bajas. No es verdad. Hago un intento caritativo por entender a la ministra de Economía, superada por todos los dígitos y, amén de ello, por todas las estulticias imaginables entre las mujeres que se sientan en los sillones morados de su mismo gabinete.
Quedaría mejor, es persona buena y animosa, si en lugar de colgarse medallas de aire, dijera al pueblo llano que hace lo que puede; que la cosa está muy difícil; que la tormenta que se abate sobre la economía de los españoles es cuasi perfecta y, en definitiva, que no se pueden pedir peras al olmo. Y se le entenderá mejor que cualquier soflama vacua, que lo único que consigue es que se ponga en almoneda a una eurócrata seria y antaño respetada.
Nadia Calviño es persona que quiere triunfar en su dicasterio, para que cuando el pueblo decida (que lo decidirá antes que tarde) pueda optar a algo más que leer informes fatuos en su antiguo despacho de la Comisión Europea. Se le nota. Me cae bien, es educada, lo cual, tal y como están las cosas, es uno de los signos de distinción entre sus colegas del Gobierno social extremista. Olof Palme decía que a un ministro de Economía se le puede permitir todo, salvo estar fuera de la realidad.
Felipe González entendió a lo largo de sus catorce años ininterrumpidos de poder que un ministro(a) de Economía, además de capacidad técnica, debía tener peso político dentro del Gabinete. No lo hizo Zapatero con Solbes –así le fue- y tampoco Sánchez con Calviño.
La carestía de vida -¡llámenlo inflación!- que padece el pueblo español en la actualidad –con miles y miles de casos terribles- hacía muchas décadas que no se sufría por estos lares. Y no es ningún bulo facha… Por favor, dígaselo a las señoras Díaz, Belarra y a la altamente inestable y de los nervios la gran Irene Montero. A ellas, lo que realmente les da pavor, es sufrir en sus carnes esa carestía cuando les toque dejar la poltrona.
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