Indultos a la carta

Indultos a la carta

El indulto es una medida de gracia contemplada en nuestro ordenamiento jurídico que está sujeta a límites y condiciones para evitar que el Ejecutivo lo convierta  en un instrumento de revisión de las sentencias firmes dictadas por los Tribunales de Justicia.

El indulto es discrecional, pero no puede ser arbitrario. Pero esa limitación no frenará jamás a un individuo como Pedro Sánchez, que demuestra cada día y con los hechos que su persona está por encima de la ley y que hará en cada momento todo lo que le sirva para conseguir sus propósitos, lo que sea más útil para llevar adelante su proyecto político que se resume en una palabra: poder.

Recuerden que cuando concedió los indultos generalizados a los condenados por el golpe en Cataluña –lo que fue no solo un uso arbitrario de la ley del indulto, sino una amnistía encubierta en toda regla- presumió así de su decisión de indultar a unos grandes delincuentes que proclaman que volverían a cometer los delitos por los que habían sido condenados: «No ha sido fácil ser valiente, determinado y tener coraje». Rufián le dio la réplica en el Congreso de los Diputados: «¿Es política o son matemáticas? ¿Es valentía o necesidad?». Y frente a la promesa de Sánchez de que nunca se celebraría un referéndum de autodeterminación en Cataluña, Rufián volvió a ponerle ante su realidad: «Dice que no habrá referéndum… Bueno, también dijo que no habría indultos… Denos tiempo»

Este recordatorio viene a cuento del debate que se ha reabierto tras conocerse el informe de la Fiscalía Anticorrupción que solicita el ingreso inmediato en prisión de José Antonio Griñán, condenado a más de seis años de cárcel e inhabilitación por ser considerado culpable de haber consentido el mayor caso de latrocinio institucional perpetrado en democracia, el del dinero de los parados de Andalucía. Al debate sobre si la Audiencia Provincial de Sevilla ejecutará la sentencia de forma inmediata o esperará a que se pronuncie el Gobierno sobre la petición de indulto se ha unido la discusión sobre la voluntad de Pedro Sánchez al respeto.

Para no equivocarnos a la hora de hacer vaticinios, cabe tener presente que Sánchez indultó a los golpistas a pesar del informe negativo del Supremo  (“El indulto se presenta como una solución inaceptable para la anticipada extinción de la responsabilidad penal». «El indulto no puede identificarse con un recurso de alzada ante la autoridad gubernativa mediante el que solventar una resolución judicial que se considera injusta. La petición de indulto no activa una segunda instancia ante el Gobierno de la nación»…). Lo hizo porque no había elecciones en el horizonte cercano y porque sus socios parlamentarios se lo exigían. O sea, tomó la decisión porque consideró que no había riesgo electoral y porque sabía que no indultarlos hubiera puesto en peligro el mantenimiento en el poder, que es la única ideología que tiene y lo único que le mueve. Valentía o necesidad, política o matemáticas… Sánchez ya ha demostrado que nunca hace nada que le pueda perjudicar personalmente y que, por el contrario,  está justificada cualquier acción que le reporte beneficios. ¿Por qué va a actuar ahora de manera diferente?

Sánchez tomará la decisión al respecto en función de lo que le haya dicho la última encuesta de Tezanos, porque no tengan ustedes ninguna duda de que en más de una ocasión ha preguntado por esta cuestión en concreto, aunque nunca veremos esas encuestas publicadas. Si indultar a quien fuera presidente de la Junta de Andalucía y presidente del Partido Socialista Obrero Español genera algún problema electoral a Sánchez, no lo indultará.  Si no influye en las expectativas electorales y, sin embargo, le permite hacer un nuevo gesto de soberbia, lo indultará. Lo que Sánchez nunca tendrá en cuenta antes de tomar la decisión al respecto es ninguno de los argumentos que aparecen en el texto de petición del indulto.

Si Sánchez no indulta a Griñán, habrá quien diga que lo ha dejado tirado; si lo indulta, dirán que lo ha hecho porque es de su partido. No se engañen; dicho coloquialmente, al impostor que habita en La Moncloa todo eso le importa un pimiento. Sánchez tomará la decisión tras calcular cómo se sitúa de forma más ventajosa ante el panorama electoral, tras evaluar –Tezanos mediante- si los españoles valorarían más que se note quien manda o la presunta justicia de su decisión. Al impostor no le temblará el pulso ni para permitir que se ejecute la sentencia de los tribunales ni para evitar que Griñán entre en la cárcel. Si le resulta personalmente ventajoso indultarlo -aunque eso signifique cometer un acto de arbitrariedad como señala la ley del indulto y el informe del Fiscal Anticorrupción y además contravenga el código ético de su partido que establece que nunca pedirán ni concederán indultos a políticos- lo hará. Si puede presumir de haberlo indultado, lo hará. Pero si puede presumir de haber permitido que entre en la cárcel, también lo hará. O sea, hará, como siempre, lo que más le convenga. Y en ambas circunstancias se quedará tan ancho.

Y todo esto mientras Marlaska, ese cancerbero que conoce los secretos del teléfono de la pareja que duerme en La Moncloa, ese hombre con título de juez y cargo de ministro, se pregunta por su futuro político. ¿Su señorito lo dejará tirado? ¿Lo mandará a Madrid para darle sepultura? ¿Lo mantendrá en Interior hasta que finalice el encargo de trasladar a las cárceles del País Vasco a todos los terroristas de ETA? Estoy segura que Marlaska es consciente de que su futuro no depende de sus méritos de servilismo acumulados ni de su demostrada obediencia; él es consciente de que la decisión sobre su futuro depende únicamente de lo que Pedro Sánchez considere más conveniente para sí mismo y más útil para mantener su poder. Matemáticas o política, valor o conveniencia… Pues eso.

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