‘Independence Day’ y la izquierda española

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El antisemitismo está obligando a muchas personas a un replanteamiento. Y muy particularmente a muchos liberals, «progres» que diríamos aquí, de EEUU y Europa. Sobre todo liberals de origen judío.

Sí, es especialmente conocido el talante multicultural y buenista de la izquierda judía, tanto en Israel como en el resto de países donde están presentes. Mucho «concierto por la paz», en plan Barenboim. Judíos y musulmanes cantando juntos cogidos de la mano. Nadie más voluntarioso que un judío de este tipo. Si no que se lo digan a la Sra. Emily Rose, de 51 años, una mujer de la que hablan en este artículo, que les recomiendo. Después de la elección de Donald Trump, se fue a Nueva York con sus hijas y desfiló en la Marcha de las Mujeres. También en Minneapolis, donde vive, se lanzó a la calle después de la muerte de George Floyd. Como tantos como ella, era una gran donante de fondos. Soltó pasta tanto a movimientos liderados por negros como a esas organizaciones de justicia social que creía tan cercanas. Durante el último par de decenios, muchos estadounidenses blancos se esforzaron en «desaprender» prejuicios y «reeducarse» empapándose de las enseñanzas de académicos antirracistas como Ta-Nehisi Coates.

Ah, amigos. Pero después de la masacre en Israel del 7 de octubre, ésa en que terroristas de Hamás y muchos espontáneos civiles palestinos mataron brutalmente a unos 1.400 israelís en una orgía de violaciones, decapitaciones y torturas notó que algo no iba bien. Resulta que sus amigos, estos que se manifestaban con ella, esos a los que había cedido parte de sus ahorros, estaban más preocupados por los verdugos que por las víctimas.

Ahora muchos como ella están bajando del guindo. Incluso políticos en partidos de izquierda están renunciando públicamente y muchos donantes de universidades, sobre todo los de origen judío, están dejando de financiarlas por los despropósitos que se están viendo en ellas. Al igual que Rose, se sienten traicionados por una izquierda que pensaban que los respaldaría. Están escandalizados y silenciando en las redes, incluso a amigos cercanos. Gente a la que habían invitado a cenar en su casa y a quienes habían confiado sus hijos. Desde este infausto 7 de octubre se encuentran «políticamente sin hogar». Desgarrados porque tampoco se ven cercanos a los aliados clásicos de derecha de Israel, como los cristianos evangélicos y los conservadores. «Cuando miras a la derecha política ves un grupo que parece muy cómodo con los judíos en Israel y muy incómodo con los judíos en casa. Y cuando miras a la izquierda política, ves un grupo que parece muy cómodo con los judíos en casa y muy incómodo con los judíos en Israel», dice uno de ellos.

Y más que van a tener que cambiar. En Francia, por ejemplo, ya se han registrado más de 800 casos de antisemitismo. Hasta 60 estrellas de David azules aparecieron este miércoles en determinados edificios de París. En el Elíseo se muestran alarmados, y el propio ministro del Interior, Gérald Darmanin, ya ha amenazado con «señalar y avergonzar» a los sitios web que enaltezcan el terrorismo y llamen al odio a los judíos o a Israel.

Ellos, por lo menos, no tienen a la mitad del gobierno rechazando condenar el salvajismo de Hamás. Como dice en Twitter el diputado Guillermo Díaz: «Entre Hamás e Israel, con Hamás. Entre Putin y Ucrania, con Putin. Entre ETA y las víctimas, con ETA. Entre Maduro y su oposición, con Maduro. Entre el golpismo catalán y la igualdad, con el golpismo. La izquierda española en el Independence Day iría con los marcianos».

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