El incremento del salario mínimo perjudica al empleo

salario mínimo interprofesional, empleo

Fedea ha presentado un estudio sobre la evolución del salario mínimo desde 2018 que viene a confirmar lo que en reiteradas ocasiones he comentado en estas páginas: el incremento del salario mínimo perjudica al empleo fuertemente.

Así, Fedea estima que los aumentos del salario mínimo desde 2018 han supuesto frenar la creación de empleo en hasta 4,5 puntos, con especial perjuicio, por los costes que conlleva, para las pymes, que no pueden soportar dicho incremento, que aumenta también las bases de cotización a la Seguridad Social, al tomar la del salario mínimo como base de partida, y que tampoco pueden repercutir en precios en muchos casos, porque perderían ventas, pero que si no repercuten dichos costes, no cuentan con margen suficiente para absorberlo y, en muchos casos, tienen que cerrar.

Hay que analizar bien las consecuencias de subir exponencialmente el salario mínimo, porque perjudica, claramente, a los menos favorecidos, de manera que hay que tratar de no caer en esa trampa tendida por el intervencionismo.

Veamos los datos que se pueden analizar cogiendo la evolución del salario mínimo, del IPC y del salario medio:

  • El SMI se ha incrementado de manera mucho más importante que el IPC tanto de manera interanual -con la excepción de 2021 y 2022- como en el acumulado 2018-2025 (previsón) y en el acumulado 2018-2023, año en el que llegó a a 1.080 euros mensuales en catorce pagas), situándose ahora en 1.184 euros mensuales, como antes hemos comentado.
  • Por tanto, realmente no hay que compensar una pérdida de poder adquisitivo, porque ya viene más que compensada por la evolución del período y con la subida que se quiere aplicar para 2025, en línea con la propuesta de los expertos del Gobierno.
  • Es más, se ha producido una ganancia de poder adquisitivo:

– Entre 2018 y 2025, el SMI ha crecido 37,67 puntos porcentuales más que el IPC.

  • En cuanto al salario medio:

– Sí que ha crecido menos interanualmente que el IPC, salvo en 2019 y 2020 (en este último, cayó menos que el IPC).

– Habrá crecido 4,1 puntos menos que el IPC entre 2018 y 2025.
– Como no hay datos de salario medio nada más que hasta 2022 (donde el
salario medio creció un 2%), la hipótesis es un incremento del 2% para
2023, 2024 y 2025, con el objetivo de precios del BCE.

  • Por tanto, el SMI no hay que incrementarlo para acortar distancias con la subida de la inflación, porque ha crecido mucho más que el IPC.
  • El salario medio no puede incrementarse por ley, porque sería intervenir el mercado.
  • En cualquier caso, y aunque el SMI hubiese crecido menos, no debería incrementarse más por las siguientes razones:
    – Se incrementarían costes de las empresas y de los autónomos, al aumentar la base mínima de cotización y los costes laborales.
    – Eso podría empujar al incremento del desempleo y de la economía sumergida (que haría descender la recaudación tributaria y de cotizaciones a la Seguridad Social).
    – Adicionalmente, se generaría unos peligrosos efectos de segunda ronda, con una espiral precios-salarios (las empresas repercutirían los costes en precios; los trabajadores volverían a exigir más subidas salariales; volvería a repercutirse en precios; volverían a reclamarse más salarios, y así, sucesivamente).
    – En una espiral precios-salarios, siempre terminan creciendo más los precios que los salarios, con lo que sería una medida perjudicial y no sólo no mejoraría el poder adquisitivo de los ciudadanos, sino que lo empeoraría más, en medio de una economía inflacionista.

Por tanto, además de que el salario mínimo no ha perdido poder adquisitivo, su incremento desmedido, con este otro 4,4% adicional del presente año, que lleva el incremento del salario mínimo desde 2018 a un 60,88%, es una trampa en la que no hay que caer, pues sólo aumentará los costes de las empresas, disminuirá, por ello, la actividad y muchos trabajadores perderán su puesto de trabajo, con consecuencias nocivas para el conjunto de la economía. Por eso, las subidas en los salarios deben ir ligadas a mejoras en la productividad; si no, sólo generarán inflación y perderán más poder adquisitivo. Cada empresario va a tener que soportar un coste de casi 1.000 euros más por cada trabajador afectado por la subida del salario mínimo; esto, hará que
muchas empresas, sobre todo las pequeñas y los autónomos con asalariados, no puedan costearlo, produciéndose despidos, cierre de empresas o economía sumergida.

Las mejoras en productividad y competitividad son imprescindibles. Si la economía española quiere lograr un aumento importante de su crecimiento potencial, debe lograr incrementar de manera sostenible su productividad, y eso sólo se logra con reformas y flexibilidad, no con incrementos artificiales del salario mínimo, que empobrecen a ciudadanos y empresas e incentivan la economía sumergida.

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