La imprescindible reducción del gasto

La imprescindible reducción del gasto

En 2007, España, al igual que el conjunto de la economía internacional, entró en lo que ha sido la más dura crisis de las últimas décadas. En España, además, se vio agravada por retrasar las medidas económicas necesarias para combatirla, debido a la negación que de ella hizo el presidente Rodríguez Zapatero. Es más, no sólo no adoptó las correcciones precisas para minimizar el impacto de la crisis, sino que llevó adelante políticas que incrementaron la caída de la economía y el empleo. Además, en una economía con la productividad más baja, como era el caso de la economía española, se perdieron muchos puestos de trabajo: se destruyeron tres millones de empleos y el paro superó la cifra de seis millones de personas.

Pues bien, posteriormente, con el presidente Rajoy, se redujo el gasto, y aunque debería haberse reducido más, la disminución fue notable. El problema es que hubo que aplicar las medidas en un entorno deprimido, con una recesión profunda y una tasa de paro que superaba el 25% de la población activa. Si el presidente Rodríguez Zapatero hubiese aplicado las medidas oportunas en 2007 y 2008 en lugar de dilapidar el superávit con cheques de 400 euros a todos los ciudadanos y hacer sus planes E de 13.000 millones de euros, que se fueron por el sumidero poniendo y quitando bordillos, entonces la recesión no habría sido tan intensa, no se habría destruido tanto empleo, España no habría quedado tan endeudada, la crisis no habría durado tanto y habríamos salido de ella con más impulso.

Eso es una lección pasada que nos debería hacer recapacitar para aprender de los errores y no cometerlos de nuevo. Sin embargo, algunos parecen empecinarse en demostrar como verdadero que el hombre es el único animal que tropieza dos veces sobre la misma piedra. Así, tras realizar importantes ajustes en la economía y estabilizar los presupuestos, las distintas administraciones han vuelto a caer en los mismos errores. Las corporaciones locales, que tienen que estar en equilibrio por ley, insisten en que se les suavicen los criterios para poder invertir el superávit obtenido, cuando es una pieza valiosa para el saldo presupuestario del conjunto del Reino de España.

Por su parte, el Gobierno de la Nación ha frenado la reforma de la revalorización del sistema de pensiones y ha ido incrementando el gasto en las distintas partidas que son competencia del ejecutivo central en lugar de reducir más aceleradamente el déficit y comenzar a tener superávit para reducir deuda, al tiempo que deja sin resolver el grave problema de la sostenibilidad de la Seguridad Social.

Y las comunidades autónomas han vuelto, en la práctica totalidad de los casos, por el camino del gasto terriblemente elevado. No es de recibo que las administraciones gasten permanentemente hasta el límite que les permite la suma de ingresos estimados más margen de déficit. Y eso es lo que han hecho de manera destacada las regiones: han ido incrementando entre 2015 y 2019 el gasto, que además ha sido estructural, es decir, que permanecerá en el tiempo, a costa de las mejoras coyunturales, es decir, temporales, de la recaudación.

Hay incluso alguna región que en la crisis hizo las cosas muy bien y que, sin embargo, sus gestores entre 2015 y 2019 dinamitaron las reformas estructurales que se habían hecho antes para ahorrar gasto y estabilizar el presupuesto y la economía, y en su lugar incrementaron el gasto entre un 15% y un 20% en estos últimos cuatro años, de manera insostenible, dejando una herencia muy difícil, que necesitará de ajustes para evitar un colapso. Gastar hasta la saciedad el dinero de los contribuyentes es muy fácil; emplear el dinero de los administrados para hacer concesiones pudo ser muy cómodo para dichos gestores, pero es muy irresponsable. Eso no es gestionar bien, sino tratar de pasar por el cargo haciéndose el amable y el simpático a costa del contribuyente. Lo serio, por duro y antipático que sea, es gestionar con rigor y tratar de dar los mejores servicios gastando lo menos posible.

Estamos a tiempo de evitar que los errores del pasado nos pasen la misma factura. Para ello, hay que comenzar a realizar reformas y a actuar con rigor para equilibrar las cuentas y minimizar el impacto de una posible crisis económica. Es lo responsable y lo ortodoxo.

  • José María Rotellar. Profesor de la UFV, del CES Cardenal Cisneros y del Trinity College

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