Iglesias quiere ser el único telepredicador de España
«Quizá la televisión pública no sea el espacio más sensato para que se lleven a cabo ritos religiosos de cualquier tipo», dijo Pablo Iglesias en los pasillos del Congreso de los Diputados después de que Podemos presentase una proposición no de ley en la que se insta a RTVE a “suprimir las emisiones de misas que semanalmente se programan”. Sabido es que la palabra misa sólo hace referencia a la ceremonia católica y que el Ente Público también emite programas evangélicos, judíos y musulmanes, a los que ninguna mención hace la proposición podemita. Pero nada de eso es importante cuando se sabe que la propuesta no tiene ningún recorrido, ya que es rechazada por la mayoría del Congreso, y lo único que pretende es dejar bien clara la posición anticatólica del mal apellidado Iglesias.
Pero por una vez, y sin que sirva de precedente, le voy a dar la razón a los podemitas. Estoy de acuerdo en esto con ellos, aunque a buen seguro que ellos no van a estar de acuerdo conmigo. Me explico: yo también pienso que en la televisión pública no deben emitirse ritos religiosos, porque lo que hay que hacer con RTVE es cerrarla. Y es que lo que desearía Pablo Iglesias es ser el único telepredicador que adoctrinase a los españoles. Él querría que las únicas televisiones que existiesen fuesen públicas, o controladas por chavistas a sus órdenes, para así poder garantizar la “libertad de prensa” que es su manera de definir el hecho de que todo lo que se publique esté controlado por él. Y claro, la Santa Misa le hace la competencia. Ellos son más, como decía Rita la podemita, de “quemar la Conferencia Episcopal”.
Y a mí el modelo de televisión chavista que él propone no es el que me gusta. A mí lo que me gusta es que las televisiones privadas programen los contenidos que demande la sociedad, como 13TV, que emite su Santa Misa todos los días. No me parece correcto que con el dinero de nuestros impuestos se le haga una competencia desleal a ninguna empresa privada. Así como tampoco me gusta que los políticos metan sus manos en los informativos, ni siquiera en la cultura ni en el entretenimiento, ya que como bien dijo Ludwig von Mises “en cuanto abandonamos el principio de que el Estado no debe interferir en la vida privada de las personas, acabamos regulándosela y limitándosela hasta en los más mínimos detalles”. Y mucho menos me gusta que me roben, que me cobren impuestos, para adoctrinarme a mí y a mi hija.
Así que lo mejor que podemos exigirle a Pablo Iglesias y a los socialistas de todos los partidos es que saquen sus manos de nuestros bolsillos y sus ideologías de nuestros televisores. Los 39 canales de televisiones públicas existentes en España —sólo Cataluña mantiene cinco canales públicos, para mayor gloria del régimen— nos cuestan más de 1.870 millones de euros al año, para que en ellas los políticos se autopromocionen. No debe ser ningún telepredicador, se apellide Iglesias o Mezquitas, quien decida lo que debe de emitirse o no por televisión. Porque ya se sabe que en cuanto los podemitas llegasen al poder ya no es que prohibiesen las misas en la televisión pública; si les dejamos, las prohibirán también en las privadas, si es que queda alguna abierta.