¡Es la hostelería, estúpido!

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James Carville era un asesor político (o politólogo, como dicen en la tele) y debía de ser de los buenos porque dirigió la campaña en la que Clinton ganó a Bush cuando la popularidad del republicano rondaba el 90%. Aquel experto pensó que había que centrar el discurso en las necesidades reales de los ciudadanos y, para conseguirlo, puso un cartel bien grande en las oficinas centrales del partido con tres puntos que todos debían interiorizar:

  1. Cambio o más de lo mismo. 
  2. Es la economía, estúpido. 
  3. No olvidar el sistema de salud.

Aquello funcionó hace 30 años y llevó Clinton a la casa blanca y la misma estrategia, hoy, ha mantenido a Ayuso en la Puerta del Sol.

Frente a más de lo mismo que en otros lugares (impuestos, cierres, intervencionismo y sanchismo en general), Ayuso ha simbolizado una política diferente; una política que, ojalá, tras ver cómo les va, se decidan a copiar otras regiones. Y, frente a quienes presentaban un debate de suma cero entre economía y salud, Ayuso conseguía compatibilizar ambas cuestiones y los datos, salvo los de Tezanos, le daban la razón.

Por si aquello fuera poco, además, se ha focalizado esa política en el gran ecosistema cultural de socialización española que es la hostelería. Si Carville fuese español y supiera que sólo entre la glorieta de Atocha y la plaza de Antón Martín existen más bares que en toda Noruega hubiese cambiado su punto dos por ¡Es la hostelería, estúpido! 

No he oído a rivales de Ayuso, tertulianos o colegas de Carville pronunciar la típica frase de las jornadas postelectorales de “el pueblo nunca se equivoca”. Pues ya la digo yo:  En Madrid han votado tan bien como tiran las cañas. Perdón por mi tabernidad, Sr. Tezanos.

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