Hay ‘Sorosgate’ en España
En EEUU, hace tiempo que se decidió investigar unas supuestas relaciones del presidente Trump con personas afines al Kremlin. Hace dos años había quien pensaba que la llegada del líder republicano iba a suponer una mejora de las relaciones con Rusia gracias, poco menos, que a la casi intervención directa del gobierno ruso para que Donald Trump resultara elegido. Creo que a estas alturas a nadie se le escapa que los vínculos entre los gobiernos de ambos países atraviesan su peor momento, algo palpable y notorio en casos como la retirada del tratado nuclear de hace 30 años o la propia crisis venezolana. El clima de entendimiento entre EEUU y Rusia alcanza actualmente un nivel más bajo que antes de la llegada de Trump.
En los últimos días, OKDIARIO ha dado a conocer una serie de sorprendentes informaciones que llevan a pensar que en España hay caso ‘Sorosgate’, es decir, interferencias de actores no-estatales, lobbies opacos, sin soporte democrático y financiados por el millonario especulador George Soros para influir en la vida política española y en el devenir de los últimos años. Fue este medio quien reveló que una de las primeras reuniones de Pedro Sánchez tras su llegada a La Moncloa fue, precisamente, con George Soros. No hubo reconocimiento alguno oficial de dicho encuentro y tan sólo se produjo el clásico ruido de sables procedente de las antenas mediáticas de Soros que levantaron una sombra de sospecha sobre el coeficiente intelectual de los llamados también “conspiranoicos” que se atrevieron a hablar de un encuentro del presidente del gobierno que toda ciudadanía en democracia tiene derecho a conocer.
Tres meses después, el Gobierno a preguntas de la oposición terminó por admitir que la reunión había existido, sin dar más explicaciones y soliviantando el principio de transparencia mínima a la que el Ejecutivo está obligado. Quienes acusan de “conspiranoicos” a quienes no sucumben en el engaño de la corrección política que los ‘lobbies’ de Soros tratan de imponer y se decantan por practicar el sano ejercicio de preguntarse el porqué de las cosas, caen en el error de ser precisamente ellos los “conspiranoicos” por intentar hacernos creer que la mano de Rusia está en todo lo que pasa a nuestro alrededor. Y, sobre todo, en todo lo que ayude a justificar la torpeza propia. En los meses siguiente al referéndum del Brexit, muchos medios de comunicación europeos se subieron al carro de la ‘teoría de la conspiración rusa’ para poder explicar el deseo mayoritario de los británicos en abandonar la UE. Lo mismo ocurrió meses después con la victoria de Trump. Sin embargo, quien haya tenido la oportunidad de ver la película “Brexit” (2018), producida por HBO y muy recomendable, verá que detrás de la derrota de los fervientes seguidores de la UE se juntaron muchos factores, pero ninguno que señalase a alguna potencia extranjera.
Ya verán como ocurre lo mismo de cara a las elecciones europeas. La caída previsible de votos a los partidos tradicionales enarbolará el mantra de las interferencias de fuerzas extranjeras, como ya ha hecho y dicho esta semana el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. Los actores estatales son mucho más previsibles que los actores no estatales, porque fundamental y llanamente están sometidos a una transparencia, vigilancia y rendición de cuentas que las supuestas ONGs, fundaciones u otros lobbies no practican. Las organizaciones que conforman en España y resto de Europa el ‘Sorosgate’ son ejemplo de ello. Por ello, la ciudadanía debemos exigir a esos mismos grupos que practiquen la misma transparencia que luego ellos exigen a los poderes públicos. La credibilidad de la democracia también depende de ello.
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