¿Hasta cuándo va a aguantar el PSOE tanta humillación?
Pablo Iglesias es incapaz de maquillar esos tics dictatoriales que lleva inoculados en su ADN intelectual e ideológico, construido a base de autoritarismo iraní y populismo represor venezolano. El secretario general de Podemos sale a insulto diario contra el partido con el que supuestamente pretende formar Gobierno y hace de su actividad política un compendio habitual de amenazas veladas y descalificaciones. Una violencia implícita muy preocupante en alguien que pretende ser vicepresidente y mandamás absoluto del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) la televisión pública y una Oficina Anticorrupción made in neocasta sin ningún tipo de independencia.
Este martes les ha vuelto a tocar al PSOE y a Pedro Sánchez —sus particulares pin, pan, pun— a los que ha tachado de «prepotentes» y «arrogantes» por la sencilla razón de no aceptar un acuerdo que, además de llevar a España a la ruina, sería una trampa envenenada para el partido con sede en calle Ferraz. Si Pedro Sánchez quiere consolidarse como un hombre de Estado, lo primero que tiene que hacer es cortar de súbito con Iglesias y sus constantes desprecios ya que la falta de respeto no cabe en democracia. Como hiciera el genio político del siglo I a. C., Marco Tulio Cicerón, ante los constantes ataques y conspiraciones por parte de su rival, Sánchez debería de entonar el célebre: «Quousque tandem abutere, Pablo Iglesias, patientia nostra?» O lo que es lo mismo: «¿Hasta cuándo, Pablo Iglesias, abusarás de nuestra paciencia?». Algo que también se pregunta una inmensa mayoría de españoles cansados ya de las formas de Iglesias y la parálisis en la que viven instalados nuestros representantes.
Una misión, la de pararle los pies al líder de Podemos, que si el lunes le tocó al secretario de Organización del PSOE, César Luena, tras catalogar las tácticas podemitas de «provocaciones baratas», ha tenido continuidad con el portavoz socialista en el Senado, Óscar López, que ha definido el programa de los morados como una «involución democrática». Los socialistas se mueven contra el juego sucio de Iglesias y su banda pero debe ser Pedro Sánchez el que reaccione de una vez por todas ante las ofensas populistas que, lejos de querer el bien mayor para España en base a un pacto congruente, sólo pretenden forzar unas nuevas elecciones en junio y aprovechar este lapso de tiempo hasta entonces para desgastar al PSOE y su equipo ejecutivo con el fin de robarles el mayor espectro de votantes posible.
Una estratagema que están llevando hasta sus últimas consecuencias aunque sea a base de convertir el campo de juego político en un cenagal. La presentación a principios de semana de su propuesta era tan sólo un brindis al sol porque saben de sobra que es imposible. En primer lugar, porque la palabra «referéndum» es inaceptable para los barones socialistas y, en segundo lugar, porque las formas, casi como si estuvieran imponiendo un dictamen a un partido que tiene más apoyo electoral, es un desafío revestido de prepotencia que utilizan con el objetivo de poner nervioso al PSOE y adulterar la lógica política de nuestra democracia. Pedro Sánchez debe dar un paso hacia delante si de verdad se ve preparado para presidir España. Algo que con Podemos es imposible a no ser que, más que como Cicerón, el secretario general de los socialistas quiera acabar políticamente como Julio César.