La guerra de los mayores

La guerra de los mayores
La guerra de los mayores

De los chicos mayores y no de los críos. Tanto lenguaje bélico que se empleó durante los hechos del procés para ver ahora en televisión qué significa una guerra de verdad. Aquí mismo, en suelo europeo, otra vez.

El procés ha sido la consecuencia de ir tolerando absurdidades y bravatas que no podían ir sino a más. En esto sí que es parecido a lo que se ha tolerado por parte de Putin (y quienes del pueblo le dan apoyo, que no sólo de oligarcas viven los sátrapas). Tomas Crimea, no pasa nada, y ya estás pensando en la próxima. Y cuando tienes a gran parte de los países europeos dependiendo de tus exportaciones, tu gas y tus materias primas este sentido de omnipotencia que te ha crecido pues ya se desata. No es Putin el primero a quien la egolatría, la vanidad y el mesianismo han aflojado una buena parte de las tuercas de su cabeza.

Nada más perturbador estos días que ver la foto del ex canciller Gerhard Schroeder riéndose amistosamente con Putin. La socialdemocracia española se ha llenado de oprobio con un presidente que, por obtener el poder, nos ha puesto en los más elevados puestos del gobierno a comunistas trasnochados, delincuentes secesionistas y, ya directamente, herederos de asesinos en serie. Pero, en Alemania, sus socialdemócratas se deben de tirar de los pelos. No sólo han tolerado la peligrosa amistad del ex canciller con el Mesías-de-todas-las-Rusias, sino que acabaron aceptando la soga en el cuello de una dependencia casi absoluta del gas ruso de la que Schroeder ha sido un importante responsable. Unos meses antes de perder las elecciones (le derrotó Angela Merkel, del partido conservador) le dio tiempo a cerrar con el presidente Putin el acuerdo para la construcción del primer gasoducto Nord Stream, que llevaría el gas ruso directamente a través del Báltico. Y, a partir de aquí, se involucró profesionalmente con Rusia aceptando la presidencia del comité de accionistas del gasoducto Nord Stream1, que entró en funcionamiento en 2011, y del consejo de administración de Nord Stream 2 (gasoducto que ahora Alemania ha bloqueado por decisión del canciller socialdemócrata Olaf Scholz), además de miembro del consejo de vigilancia del consorcio energético ruso Rosneft. Este junio debía incorporarse en el consejo de vigilancia del gigante ruso Gazprom, puesto al que está nominado. Imagino que no se atreverá. Aunque su primera reacción no fue muy prometedora pues evitó distanciarse claramente de la invasión de Ucrania. Al ex político le costó aceptar que tenía que renunciar a lo que sin duda le reportaba grandes ganancias: hasta que fue evidente atribuyó a un «ruido de sables» por parte de Kiev las advertencias sobre una ofensiva que ya era inminente. Cuatro de sus más directos colaboradores han dejado sus puestos por este motivo. Y también el jefe de su oficina, Albrecht Funk.

Y, volviendo a los críos. Ahora, en la Generalitat, hablan de enviar armas a Ucrania. Pero hace cuatro días (cómo pasa el tiempo) buscaban el apoyo de Rusia y de su tirano para que les apoyasen en la independencia de Cataluña. Qué ojo, por dios. Quieren desmarcarse de rusos y hazañas bélicas, pero la Assemblea Nacional Catalana (ANC) buscó inspiración en la “vía eslovena” como ejemplo del «triunfo de la democracia» en el Congreso de Independencias Unilaterales que, según recuerda este digital, se celebró el pasado mes de mayo. Hasta Carles Puigdemont, en nombre de esa cosa que preside, el Consell per la República, ha enviado su apoyo al pueblo ucraniano y a su «gobierno legítimo» ante el ataque de quienes hace poco iban a salvar la independencia. ¡Pues no hizo viajes su representante Josep Lluís Alay! Le traería vodka al menos.

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