Frivolidad humanitaria para dummies

Frivolidad humanitaria para dummies

El periodismo de párvulos ultraizquierdista continúa paseando el concepto de “Crisis humanitaria” en los platós con la misma frivolidad y banalidad adolescente con la que reducen la naturaleza de un agresor sexual o de un asesino de mujeres al llamarle “machista”. Le han comprado la mercancía argumental a sus particulares “héroes del mar”, quienes, en realidad, son tan de cartón piedra que no saben ni usar adecuadamente la terminología del misionero para dummies para quitarse el tufo a pirata.

Víctimas del gatillazo del impostor, dicen que vienen a acabar con las “catástrofes, tragedias, o crisis humanitarias” en lugar de decir que vienen a paliar las “catástrofes, tragedias, o crisis humanas”.

Si nos referimos al drama que afecta al ser humano, está claro que la forma correcta sería la segunda. La primera, “crisis humanitaria”, es adecuada para remarcar el daño que le hace el Open Arms a organismos como ACNUR y Frontex, o al operativo de miles de hombres y mujeres desplegados en la Operación Sophia, y lo enfermo que es validar socialmente como a rescatador a un traficante de seres humanos con más afición a la televisión que a Isabelita Pantoja y que, además, no ha visto a un refugiado en su puñetera vida.

Para ser el escenario de una “crisis humanitaria”, en el buque negrero de Oscar Camps pasaron cosas muy raras. La semana pasada se parecía demasiado a un photocall de los Premios Razzie, una suerte de galardones anti-Oscars otorgados a los peores actores de Hollywood. Javier Bardem, se rabó un vídeo selfie desde su chalet de las Bahamas para las redes, y Richard Gere, llegó a subirse al barco para dar una rueda de prensa y vendernos la supra legitimidad moral de los esclavistas del S. XXI como si Vanity Fair le estuviera entrevistando por su última bazofia con Jennifer Lopez. Parecía un telepredicador pantone facial rosa de gorrilla rumano. Todas, todos, y todes le preferíamos de chico de compañía de maduritas en American Gigolo, de putero guante blanco en Pretty Woman, o de Zack Mayo en Oficial y Caballero, pero no son buenos tiempos ni para la lírica ni para el empotrador televisivo de los 90 que, acojonado por el Me Too, ha tenido que redoblar los esfuerzos para parecer una especie de Mohatma Gandhi y para disuadir así a todas las Patricia Wulf.

Los partidarios del Open Arms callaron cuando el escenario de una “crisis humanitaria sin precedentes en el que reinaba la desesperación por salvar a las mujeres enfermas y a los niños famélicos”, se viralizó gracias a un vídeo voluntariamente grabado en el barco por Oscar Camps, un madurito de pocas luces tipo Full Monty al que sus detractores le agradecimos mucho su desprecio por el más mínimo sentido de la prudencia cuando, el capitán del barco salió bailando hace cuatro días entre dos docenas de bigardos contentos porque; “no porque iban a desembarcar en Lampedusa, sino porque había caído el primer ministro italiano. Porque había caído Salvini”. Parecía una guiri de Magaluf cambiando mamading por copas en lugar de uno de los líderes del mayor negocio criminal del S. XXI, cuyos daños colaterales en vida  durante estos últimos 5 años, ya ascienden a más de 18.500 muertes en el Mediterráneo.

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