Fraude electoral y moral de Ciudadanos

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El lunes 18 del pasado mes de febrero, Ciudadanos reunía a su Comité Ejecutivo. Tras aquella reunión, clave en la estrategia electoral de Ciudadanos, el secretario general, José Manuel Villegas, hizo pública en rueda de prensa la principal conclusión del sanedrín naranja: no habría pacto con Pedro Sánchez ni con el PSOE. Villegas  contextualizó esa decisión en la contienda electoral nacional, pero era un argumento mucho más amplio porque, como explicó, “el PSOE de hoy es Sánchez y Sánchez es el PSOE, no sabemos si se desligarán en el futuro» y añadió que «la mejor forma de que el PSOE se libre de Sánchez es estando en la oposición; donde vamos a intentar situarlos nosotros». De esa forma, marcaba distancia con un PSOE entregado al secesionismo.

Este posicionamiento fue estratégico para Albert Rivera porque, desde ese momento, se autoproclamó como el jefe de la oposición. Vendió que era el nuevo  referente de un centro-derecha decepcionado con el Partido Popular y que podía volver a emerger como fuerza de gobierno a través de Ciudadanos. Mucha gente creyó en esta apuesta- el 70 por ciento de sus votantes proceden de la derecha-, y, por eso, estuvo cerca de consumar el sorpasso al PP. Nadie obligo a Ciudadanos a adoptar este posicionamiento, tan legítimo era ser el referente del centro-derecha, como un partido capaz de pactar a ambos lados para evitar el desgraciado protagonismo que los nacionalismos han venido teniendo en los gobiernos centrales.

 Albert Rivera, como líder de un partido enraizado con los socialistas catalanes, nunca será la referencia de la derecha. No veo a Rivera conciliando a las diferentes facciones que van desde el centro a la derecha más escorada. Es un contrasentido y lo empezamos a ver: en Madrid, por ejemplo, el autoproclamado líder de la derecha ni tan siquiera puede sentarse en la misma mesa con la rama más conservadora que representa Vox para evitar que Madrid pierda el signo liberal; en Barcelona, Manuel Valls ha ofrecido a la extrema izquierda de los lazos amarillos sus votos para gobernar y, en Castilla y León o en Aragón, los naranjas acabarán entendiéndose con el PSOE.

Ciudadanos tiene dos almas, Rivera y Arrimadas, pero, hoy por hoy, lo que vemos es lo que hay. La formación naranja vendió un proyecto en las elecciones y, por honestidad política, están obligados a no cometer un fraude electoral y moral.

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